Comparado con la generalidad de países de la OCDE o Europa, el sistema de pensiones español es muy favorable para el pensionista.
Y lo es porque si comparamos la pensión media de jubilación de España, 1.445 euros al mes, con el salario medio, PIB per cápita o tasa de reemplazo (primera pensión cobrada sobre la última nómina percibida) se sitúa entre los primeros de los 38 países de la OCDE o los 27 de la Unión Europea.
Efectivamente, si comparamos esa pensión media sobre los salarios medios, España sería el segundo país de la OCDE (primero de Europa) con la pensión más alta en relación al salario medio tras México. El segundo con la mayor relación pensión media/PIB per cápita, y el sexto europeo con mayor tasa de reemplazo (esta última variable influenciada por el gran peso que tienen los planes de pensiones en la pensión percibida en un gran número países, algo marginal en el sistema español).
Esta generosidad de las pensiones españolas comparada con su riqueza, es, en un país con fuertes vínculos familiares, un elemento importante para reducir los altos niveles de desigualdad, a través de trasvase de rentas o ayudas de los mayores hacia sus descendientes.
Las ventajas son obvias, pero en la vida todo tiene un precio, ¿Cuáles son los inconvenientes?
El sistema de pensiones español es de reparto, los trabajadores y empresarios a través de las cuotas que pagan a la Seguridad Social, sufragan las pensiones que cobran los jubilados. Los inconvenientes son de dos tipos. Al ser tan generoso es un sistema carísimo y debe ser financiado a través de una altísima cuña fiscal (la parte que pagan los empresarios y trabajadores para financiar las pensiones) y, por otro lado, y pese esas altísimas cotizaciones, es un sistema que genera un déficit brutal (las cotizaciones no llegan para pagar las pensiones) que tiene que ser financiado vía déficit y deuda pública
España tiene la segunda mayor cuña fiscal de los países de la OCDE, tras Italia. La parte que paga el empresario por tener contratado un trabajador es elevadísimo. Este aspecto perjudica el pleno empleo y frena las subidas salariales por un doble motivo: si el empresario paga mucho en seguridad social le pagará menos al trabajador y tendrá menos incentivos a contratar más trabajadores.
El déficit que generan las pensiones es consecuencia además de la comentada generosidad del sistema, pero también del bajo ratio que hay entre los ocupados y pensionistas (afectado por el envejecimiento poblacional y alta tasa de paro), incluso con esa altísima cuña fiscal, el sistema genera un déficit impresionante y en progresión geométrica.
Aunque el Gobierno ha separado del cómputo del déficit las pensiones no contributivas, en 2023 las pensiones ya generaron un déficit de 56.000 millones de euros, el 3,8 % del PIB, engrosando así el apartado más importante al abultado déficit público español.
Además, el Gobierno en las dos últimas reformas del sistema, ahonda en este error con subidas crecientes en el futuro de esta cuña a través de los nuevos mecanismos como la cuota de solidaridad o el MEI (mecanismo de equidad intergeneracional).
La conclusión es que los ocupados o gente que trabaja, tienen que hacer un esfuerzo mucho mayor que en otros países para sostener esta generosidad, con unos costes económico y sociales en forma de paro y deuda muy elevados.
Nuestro sistema de pensiones exigirá más y más esfuerzos a los que trabajan, esfuerzos que no mitigarán ni el déficit ni el paro. Antes o después habrá que tomar medidas.
Y las medidas a tomar son complejas, diversas y difíciles. Algunas, como el aumento de la edad de jubilación o los años de cotización, ya se han implementado, pero hay que continuar. Otras como exigir el sistema de capitalización (fondos de pensiones) por ley, ningún partido las menciona. Otras como no indexar al IPC las pensiones más altas ni está ni se le esperan.
Pero antes o después, no lo dudemos ni tan siquiera un momento, habrá que tomar importantes medidas y cuanto más esperemos más duras serán.