La Navidad es una época muy especial, cargada de magia, felicidad, reencuentros y alegría que todos deberíamos vivir. En estas fiestas, los grandes protagonistas somos los niños. Los niños soñamos con la magia que rodea a Santa Claus y a los Reyes Magos. Redactamos cartas en las que les recordamos lo buenos que hemos sido y qué regalos nos gustaría recibir. Las decoramos, las perfumamos y las llevamos hasta los buzones reales. La noche anterior de su llegada, nunca nos olvidamos de dejar víveres para que repongan fuerzas: leche, galletas, agua, hierba, zanahorias… Cada 24 de diciembre y cada 5 de enero nos cuesta especialmente dormir. Damos vueltas y vueltas en la cama hasta que caemos rendidos. A pesar de ser una noche de poco sueño, madrugamos excitadísimos para abrir nuestros regalos. ¿Quiénes estarán más felices, nosotros o nuestros padres? Sin embargo, llega un día en el que conoceremos al verdadero Santa Claus y a los verdaderos Reyes Magos. Esa ilusión y esos nervios desaparecen. Por supuesto, seguimos disfrutando de años atrás. Nuestros padres dicen que estas fiestas dejan de ser especiales cuando seres queridos nos dejan y la mesa de Navidad empieza a ser más pequeña. Yo reivindico que se respete el derecho de los niños a seguir soñando. No perdamos esas maravillosas tradiciones que disfrutan niños y mayores. Mantengamos la gran sorpresa, cantando villancicos, decorando nuestras casas, ayudando a preparar un menú especial y riendo y disfrutando todos juntos. Así, conseguiremos que estas fiestas sean especiales. Kiara García Osorio. Ourense