Prevaricaciones idiomáticas

Francisco Ríos Álvarez
francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

PINTO Y CHINTO

28 dic 2024 . Actualizado a las 10:44 h.

En una conversación de Sancho con don Quijote en la segunda parte de la obra cumbre de Cervantes, el primero le dice al caballero de la triste figura: «Vuesa merced, señor mío, siempre es friscal de mis dichos». A lo que su interlocutor responde: «Fiscal has de decir, que no friscal, prevaricador del buen lenguaje, que Dios te confunda». Quizá sea esa la primera vez que se habla de prevaricar en relación con el lenguaje. El Diccionario no pasa de ver en la prevaricación más que el delito que comete una autoridad, un juez o un funcionario que dicta a sabiendas una resolución injusta. Pero el uso que le dio Cervantes a prevaricador ha hecho fortuna, y se ha creado la expresión prevaricación idiomática.

Amado Alonso y George K. Zucker estudiaron las prevaricaciones idiomáticas de Sancho. El segundo define esa pifia como el uso de una palabra popular en lugar de una erudita cuando hay alguna semejanza fonética o de significado entre las dos. Añade que difiere de los juegos de palabras en que estos son deliberados. El que los hace sabe muy bien lo que el otro quiere decir, pero finge no entender para producir un efecto cómico. La prevaricación idiomática, en cambio, es un error debido a la ignorancia de quien la comete.

Los errores de Sancho y de otros personajes del Quijote son uno de los principales recursos humorísticos que usa Cervantes, así como una forma de trazar con pocas pinceladas ciertos rasgos de los personajes. Así, en cierto momento, don Quijote le cuenta a su escudero que tiene en la memoria la receta del bálsamo de Fierabrás, «con el cual no hay que tener temor a la muerte, ni hay pensar morir de ferida alguna». Posteriormente, Sancho se lo pide: «Querría, si fuese posible, que vuestra merced me diese dos tragos de aquella bebida del feo Blas, si es que la tiene vuestra merced ahí a mano: quizá será de provecho para los quebrantamientos de huesos, como lo es para las feridas».

Confusiones y errores en el uso de las palabras —a veces llamados malapropismos— están hoy en las conversaciones, los libros escritos con descuido o ignorancia y en los medios de comunicación, sobre todo en los audiovisuales, en los que hay que repentizar. No todos alcanzan el nivel de nadar en la ambulancia o del bote sinfónico, pero pueden hacer trizas la buena imagen del perpetrador. Como dijo en cierta ocasión Darío Villanueva, la prevaricación idiomática retrata a quien la comete.