No está claro que la celebración de unas elecciones generales en este año que acaba de empezar vaya a solucionar los graves problemas que ahora mismo zarandean a España: incapacidad del Gobierno para sacar adelante los Presupuestos, derrota tras derrota a la hora de aprobar leyes, la polarización que vive nuestra sociedad, el uso partidista de las instituciones, la corrupción y la banalización de la ética. Y todo ello sin olvidar los temas más mundanos, como la vivienda, el paro juvenil, el envejecimiento de la población y el altísimo coste de la vida.
Pero, aun no estando claro que tras la celebración de unos comicios vaya a cambiar en exceso el escenario presente, parece más obvio que la inacción no es una opción. O se pone un cortafuegos a la situación actual o corremos el riesgo de destrozar sistemáticamente nuestra estructura política, legislativa y judicial. La huida hacia adelante del Gobierno de Pedro Sánchez está generando un daño al país que va a ser difícil de reparar.
España necesita un clic que cambie su dinámica autodestructiva y que provoque que los diferentes partidos políticos hagan una parada y a la vez un replanteamiento de sus posiciones. Se trata de que de una vez por todas los políticos se dediquen a los temas de la gobernanza y no a una lucha despiadada por el poder. España necesita un Ejecutivo que se entregue en cuerpo y alma a trazar estrategias de futuro en los temas fundamentales y que no pierda todas sus energías en librar batallas que le permitan mantenerse de pie para poder librar otras batallas. Un Gobierno que lo apuesta todo a la supervivencia llega exhausto a los asuntos mollares.
Es cierto que el escenario actual es diabólico y que prácticamente las opciones de unos comicios son dos. Que todo quede como está, es decir, un enredo monumental que hace en la práctica que este país sea ingobernable. O que haya una victoria del bloque de la derecha, lo cual nos mete en un terreno ignoto. No tanto por que la derecha gobierne (ya lo ha hecho en varias legislaturas y no se ha acabado el mundo), sino porque lo haría con la presencia de Vox en el Consejo de Ministros, con todo lo que ello significa y todo lo que puede sacudir el país.
¿Es mejor una u otra opción? Difícil respuesta ante la incógnita que representa la formación de Abascal. ¿Cuál será su comportamiento si toca la moqueta de la Moncloa? No lo sabemos, pero lo más probable es que hiciese la vida muy complicada a Feijoo y que empujase al PP hacia posiciones extremas.
En cualquier caso, seguir como hasta ahora es un sendero hacia el suicidio. Como se decía al principio, hemos banalizado de tal forma la ética que nos da igual hacer crujir todos los pilares de la estructura democrática que nos hemos dado. El país está con pronóstico reservado, cuando no grave, y necesitamos una sacudida que, quién sabe, podría venir de unas nuevas elecciones. Que los ciudadanos decidan, como afortunadamente ha pasado en los últimos casi 50 años.