Las malas lenguas dirán que a lo mejor Isabel Rodríguez se ha puesto a rezar en plena rueda de prensa del Consejo de Ministros por la suerte del fiscal general del Gobierno. Perdón, del Estado. Esta confusión la debe tener hasta él, wasapeado lo wasapeado. Claro que Isabel es la ministra de Vivienda, y esa sola palabra, vivienda, ya debería justificar un padrenuestro y una avemaría. Antes de dedicarse a la habitabilidad, esta mujer fue portavoz del Gobierno, o sea, que está habituada al foco y a la foto, que tiene tablas, que los gestos que hace nunca van a ser gratuitos, que si se pone en modo recogimiento y oración mientras su compañera Pilar Alegría oficia su misa de una de los martes es porque quiere ser inmortalizada de esta manera. Quién sabe si no esté intentando empatizar con los millones de españoles que, escuchadas las enésimas promesas en materia de vivienda e hipoteca del Pedro de turno, se están encomendando a la divina providencia. A ver si así.