Trump, un carnero y un oso polar

 Jorge Quindimil
Jorge Quindimil CUANDO ESTALLE EL MUNDO

OPINIÓN

María Pedreda

15 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Trump nunca defrauda. Ni a sus votantes, ni a sus detractores, ni a sus followers, ni a quienes ven señales del apocalipsis, ni a quienes intentamos entender y explicar el mundo, sus reglas, sus políticas, sus dinámicas y sus cambios. Trump no ha esperado a asumir la presidencia para proponer la anexión de Canadá, el Canal de Panamá y Groenlandia. ¿Tenemos que tomarlo en serio y preocuparnos? ¿O es una bravuconada más?

Siempre hay que tomarse en serio al presidente de EE.UU., pero no siempre hay que tomarse en serio a Trump. No debemos ridiculizarlo, pero tampoco debemos pensar que puede o quiere hacer todo lo que dice. ¿Recuerdan su relación con Kim Jong-un? Durante su primer año de presidencia, Trump amenazó a Corea del Norte con «fuego y furia como el mundo no había visto nunca». Kim respondió diciendo que tenía todo Estados Unidos al alcance del botón nuclear que tenía en su mesa. A los pocos meses estaban regalándose discos de Elton John. Las intenciones de Trump podrían ser más negociadoras que expansionistas, como demostró en su primer mandato varias veces. Esta agresiva dialéctica aparentemente expansionista podría ser una estrategia para mejorar su posición negociadora: con Canadá, para lograr mejores condiciones para sus empresas; y con Panamá, para lograr mejores tarifas para sus buques. Ahora bien, Groenlandia podría ser el gran botín.

Estados Unidos ambiciona los recursos y la ubicación estratégica de Groenlandia desde el siglo XIX, y ha intentando comprarla en varias ocasiones, incluso el propio Trump en su primer mandato. Los recursos groenlandeses más codiciados son las ingentes reservas de hidrocarburos, de tierras raras y de metales preciosos que se extienden a lo largo de sus más de dos millones de metros cuadrados. Unas tres cuartas partes del territorio se encuentran bajo el hielo, dificultando su explotación, pero el deshielo aumenta su potencial para inversionistas extranjeros, al tiempo que aumenta su importancia geoestratégica.

El deshielo del Ártico incrementa y facilita las posibilidades de navegación, especialmente por el Paso del Noroeste y la Ruta del Mar del Norte, beneficiando, en particular, a China. Y aquí está, probablemente, la clave del renacido interés de Trump: Groenlandia como bastión frente a la proyección ártica de China, bajo la forma de lo que se ha dado en llamar la Ruta de la Seda Polar.

Ahora bien, la estrategia agresiva de Trump no parece ser la más acertada, pues la está aplicando sobre un socio y aliado de la OTAN como Dinamarca, y sobre un territorio en el que ya tiene una presencia militar clave desde hace décadas. En efecto, la base militar más septentrional de los EE.UU. está en Groenlandia, la Pituffik Space Base, que alberga el 12º escuadrón espacial de alerta temprana, especialmente de misiles balísticos intercontinentales. Esta base es clave para la defensa de los Estados Unidos, monitorizando todos los movimientos en el Ártico, especialmente de Rusia y de China.

Groenlandia cuenta con una escasa y dependiente población de unos 57.000 habitantes, caracterizada por una identidad indígena inuit (90 % del total) y marcada por una gran distancia física, social y política con Dinamarca. Todo ello ha fraguado en una fuerte pulsión independentista en la isla que le podría abrir a Trump una ventana de oportunidad, si utilizase una estrategia más hábil. Groenlandia y Dinamarca no han tardado en rechazar las palabras de Trump, que, sin embargo, ya han tenido un efecto tan relevante como simbólico. El rey de Dinamarca, Federico X, ha cambiado el escudo de armas danés, suprimiendo las tres coronas para dar más protagonismo al oso polar de Groenlandia y al carnero de Islas Feroe. El primer mandato de Trump fue relativamente tranquilo, pero el segundo podría ser muy diferente porque es el último. No sabemos qué pretenden él y Musk en un escenario internacional mucho más violento que el de su primer mandato, pero de momento ha logrado algo insólito: que un rey cambie tres coronas por un carnero y un oso polar.