Los algoritmos desafían la gobernanza en el 2025

Millán Berzosa CONSEJERO INDEPENDIENTE. EXPERTO EN ESTRATEGIA, TECNOLOGÍA SOSTENIBLE Y COLABORACIÓN INSTITUCIONAL

OPINIÓN

María Pedreda

16 ene 2025 . Actualizado a las 09:43 h.

El inicio de año invita a redefinir prioridades y afinar estrategias, en un mundo dominado por algoritmos. La inteligencia artificial promete transformar aún más la vida, a la vez que conlleva riesgos para las empresas si se usa para decisiones estratégicas o durante crisis reputacionales con consumidores, empleados, accionistas, ciudadanos… por encima de todo, personas.

 Un ejemplo es el asistente inteligente de los creadores del sistema operativo más popular del mundo. Ofrecido a grandes empresas como «seguro y eficaz», sus traducciones literales del inglés, sin apenas adaptación cultural si no se trabaja bien, lo hacen poco práctico. Incluso, lejos de simplificar, genera duplicidades en equipos donde todos lo usan para un mismo fin, con respuestas distintas. Por no hablar de quien quiera implantar un sistema de atención al cliente sin humanos, sin antes comprender a fondo las ventajas e inconvenientes del laberinto regulatorio.

Que haya quien crea que todo vale no significa que sea la mejor opción. De ahí, la necesidad de órganos de gobierno que estén aún más pendientes, sirviendo de guía.

Con los pies en la calle, vemos la herramienta de crear imágenes de la red social del gorjeo, que permite clonar a un político y que aparezca, si quieres, besando a su oponente. El xilófono de la conversación global pone a prueba los incipientes sistemas de supervisión y da alas a quien quiera libertad para todo. A esa red social se suman fallos e inestabilidad de las herramientas más populares. Hace unos días, cundió el pánico entre estudiantes que preparaban sus trabajos trimestrales, cuando la herramienta líder de inteligencia artificial colapsó, obligándolos a escribir por ellos mismos. En esa misma red, los usuarios se agolpaban porque otra herramienta estaba sin servicio. Y a más, las quejas denunciaban falta de sensatez en sistemas de atención al cliente automatizados.

La insistencia en implantar inteligencia artificial en todo, sin una reflexión pausada, responde muchas veces más a intereses particulares de crear dependencia que a necesidades reales. Las herramientas de inteligencia generativa son un ejemplo: vistosas, aún fallan en pensamiento transversal y en captar las sutilezas humanas.

Con todo, los automatismos dan para mucho más en este 2025. Como los coches sin conductor lanzados por el gigante de las búsquedas en internet, que conducen solos bajo el sol de California, procesando ingentes cantidades de datos con sus sensores, mientras los pasajeros viven la experiencia, ajustan música y temperatura, y evitan tocar un volante que se mueve solo. Este nivel de automatización, impensable hoy en la Europa de la regulación más estricta, invita a reflexionar: ¿cómo asegurar que el progreso sea para todos? ¿Y cómo lograr un progreso ético?

Los retos de gobernanza son claros: primar estrategia y visión. Desechar exageraciones. Evaluar el impacto de la inteligencia artificial en la misión y valores de las empresas. Garantizar un uso adecuado de los datos. Apostar por el rigor, la supervisión y el contexto, con talento humano en las decisiones. Es la oportunidad de que el avance sea para todos y nos haga mejores.