Los Ángeles, nueva generación de incendios

Alfonso Díaz Revilla LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

Matt Mills McKnight | REUTERS

19 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

En el año 1990, el sociólogo y activista norteamericano Mike Davis, en su magnífico libro Ciudad de cuarzo, reconstruía la historia de Los Ángeles desde el análisis del comportamiento de sus protagonistas, con especial atención a la relación de poder entre las diferentes élites de la promoción inmobiliaria y las viejas dinastías propietarias del suelo, muchas de ellas herederas del espíritu colonizador del Oeste. Este relato incorpora un necesario telón de fondo compuesto por los diferentes estratos de una sociedad en permanente conflicto, que va desde los habitantes marginados de los suburbios a los emigrantes o el mundo de la cultura, y todo ello bajo la doctrina neoliberal y conservadora de Ronald Reagan.

Esta descripción de Los Ángeles como espejo del capitalismo americano, tan bien contada igualmente por John Cheeve en su relato El nadador, posteriormente llevado al cine por Sydney Pollack en 1968, anticipaba lo que vendría más adelante y que a día de hoy se refleja con total contundencia en unas distópicas imágenes que tan solo pueden ser comprendidas a partir de estos antecedentes.

En el verano de 2017, los incendios forestales en el centro de Portugal arrasaron 30.000 hectáreas, esparciendo a la atmósfera más cenizas que en diez años de erupciones volcánicas y con una intensidad calorífica que, en palabras de los expertos, llegó a ser 142 veces mayor que la generada por la bomba atómica de Hiroshima; y todo ello sin olvidar las 66 víctimas mortales causadas. Se anunciaba de este modo la una nueva generación de incendios.

Cambio climático, nuevos comportamientos socioeconómicos, abandono del campo y ausencia de planificación territorial están en la base de las consecuencias de lo que igualmente pudimos experimentar en las recientes riadas provocadas por la dana en Valencia.

El cambio climático como realidad palpable es algo incuestionable, y junto a los nuevos comportamientos socioeconómicos deben ser analizados y encauzados en el contexto de una planificación territorial fundamentada en los principios de precaución, subsidiaridad y coordinación administrativa, como garantía de eficacia a la hora de generar esquemas territoriales claros y estables en el tiempo y en los que anclar las decisiones locales.

Cuando más que nunca la transversalidad de las decisiones falla, al ser sustituida por la creciente sectorización de las mismas, y la planificación ha ido perdiendo paulatinamente presencia en el debate sobre el papel de las ciudades, sobre los diferentes equilibrios territoriales y sobre los proyectos complejos que demandan actuaciones concertadas entre los distintos agentes que intervienen en las decisiones de transformación del territorio, se hace más necesario crear unos espacios de gobernanza donde desplegar enlaces y relaciones de colaboración capaces de asentar las bases de un proyecto común.