
La gordofobia es el odio, rechazo y violencia que sufren las personas gordas por el hecho de estarlo. Se basa en prejuicios respecto a sus hábitos, costumbres y salud, apoyada en la creencia de que el cuerpo gordo responde a una falta de voluntad o de autocuidado, de no hacer el esfuerzo suficiente para estar delgado, mereciendo «castigo» o rechazo.
Desde esta perspectiva, se piensa que es producto de pereza o vagancia, no atendiendo a los contextos o factores que inciden en que una persona esté gorda o flaca, enferma o sana (como son las condiciones económicas, culturales, genéticas, educativas y sociales, o la propia condición de enfermedad y tratamiento médico). Además, tampoco tiene en cuenta que la propia gordofobia es un factor que vulnera la salud.
Las personas gordas son la principal diana de la gordofobia. La discriminación gordófoba se extiende hacia toda la población, pero de forma especial a las mujeres, sobre quienes el machismo deposita una brutal exigencia estética y obsesión por la belleza corporal. De hecho, la socióloga Esther Pineda ha denominado violencia estética a la gran presión social ejercida sobre las mujeres para mantenerse siempre jóvenes, canónicamente bellas y delgadas.
La gordofobia es una forma de discriminación estructural y sistemática, reproducida todo el tiempo, por todo el mundo y en todas partes. Uno de los primeros ámbitos es el aula, dando lugar a casos de bullying o acoso escolar, que pueden suponer acontecimientos traumáticos para la víctima y determinar una relación permanente de rechazo hacia su cuerpo.
Otra forma de discriminación es la recepción de comentarios respecto al cuerpo. Como si de un buzón se tratara, cualquier persona se considera con derecho a depositar sobre los cuerpos gordos su opinión, recomendación o dieta. Incluso la industria de la moda restringe las tallas y dificulta encontrar ropa adecuada para determinados cuerpos.
Por todo ello, la gordofobia tiene graves consecuencias en la salud mental, física y social de las personas gordas que la padecen. Lo vemos en consulta, dentro de los trastornos de la conducta alimentaria, dado que la otra cara de la moneda de la gordofobia es la idealización de la extrema delgadez. Las prácticas gordófobas son mensajes de odio y rechazo que terminan calando en la persona discriminada y derrumbando su autoestima.
Sin duda, más allá del estado de salud de un cuerpo, de su forma, de su peso, de sus capacidades o de su apariencia, todas las personas merecen respeto y vivir una vida libre de discriminación y violencia. Es necesario que hagamos un esfuerzo individual y colectivo contra la gordofobia y poder construir un mundo inclusivo, aceptando la diversidad corporal, las distintas formas de cuidado, de amor y de salud posibles.