12 años y sin móvil: los padres de la resistencia

David Suárez Alonso
David Suárez CINCO UVES DOBLES

OPINIÓN

XOAN A. SOLER

05 feb 2025 . Actualizado a las 12:35 h.

Empecemos por algo anecdótico, pero que da mucho que pensar. En los últimos meses, además de las habituales preguntas del dinero y el sexo, David Broncano les ha pedido a algunos de los invitados de La Revuelta que dijeran las horas que pasaban al día viendo el móvil (el concepto en sí ya da miedo). No recuerdo todas las cifras, pero había famosos que habían estado ante la pantalla del teléfono más de cinco, seis e incluso ocho horas diarias. Viendo vídeos en bucle, dejándose llevar por un algoritmo que decide qué les gusta y qué deben ver. Adultos que se excusaron y a los que les costó asimilar que realmente perdían todo ese tiempo entre Instagram y TikTok. Traslademos ese mismo universo a preadolescentes que, por muy maduros y nativos digitales que sean, todavía no pueden comprender del todo lo que puede hacer esa tecnología. Que no son capaces de entender que lo que aparece ahí, en su pantalla, es una mínima representación de todo lo que ocurre. Una realidad seleccionada y empaquetada para favorecer unos intereses puramente comerciales. Un mundo sin cara B en el que todo el mundo parece tenerlo todo bien atado y perfectamente claro. Estímulos distorsionados, retorcidos e incluso peligrosos cuando llegan a menores que están desarrollando su personalidad y que dependen, probablemente más que en cualquier otro momento de su vida, de las opiniones de sus iguales, del entorno, de las amistades, de lo que dicen o no dicen de ellos, y que ponen su imagen muy por encima de lo que tiene que estar.

Por todas estas cosas y, vistos los contenidos y los modelos que triunfan en las redes sociales, no logro entender esa prisa que le ha entrado a nuestra sociedad por que los menores tengan su propio móvil. La primera pregunta obligatoria, ¿realmente lo necesitan? Pero surgen muchas más: ¿para qué?, ¿para que no se aburran y no den la lata como cuando se les ponen dibujos a los bebés?, ¿para que puedan compartir memes con sus compañeros?, ¿para que no se queden aislados? Como apuntaba un estudio de Qustodio presentado la semana pasada, muchos padres acaban cediendo por temor a que sus hijos se queden descolgados y les compran el móvil. Pero casi la mitad de ellos se arrepienten. Lo difícil es resistir, tener que explicar permanentemente los motivos, insistir en que no es un capricho, defenderlo como una decisión educativa y demostrar que no es un móvil lo que quieren, lo que quieren es llevar siempre encima esa tarifa de datos que nos tiene obnubilados, anestesiados, enganchados y dependientes a menores y adultos. En esta línea de combate nació la iniciativa de unos padres de Santiago que antes de pasar a 1° de ESO promovieron un pacto para evitar la imposición del móvil. Un pacto para resistir. O la de los padres y madres que promovieron que se legisle para poner límites de edad al consumo de tecnología.

Hay alternativas. Hay modos de ir poco a poco integrando ese universo en su vida sin dejarles cancha libre en redes sociales antes de los 16. Educar en casa, integrando la tecnología en tareas específicas, en la comunicación con sus amigos, sacándole partido en sus intereses y explicándoles siempre a nuestros hijos las dos caras de esa otra realidad virtual. Consumo responsable, privacidad, autocontrol, concentración más allá de los 45 segundos y, sobre todo, ocio y vida más allá de las pantallas. Es el gran reto de los padres de esta generación. Nadie dijo que fuera sencillo.