
Los nietos son como hijos que se han hecho esperar. Y vienen a una edad en la que uno ya le ha dado la vuelta al jamón de la vida. Y por eso son tan especiales y tan queridos. Lo veo a diario en mi trabajo en el hospital. Cuando nace un bebé, son los abuelos los que más se emocionan y los que, a menudo, lloran. Acaba de nacer y ya se está forjando una relación especial de abuelo-nieto, llena de amor, ternura y complicidad, que durará para siempre.
Por eso tendríamos que revisar la costumbre, ya aceptada en nuestra sociedad como algo inevitable, de ingresar a nuestros mayores en las residencias para la tercera edad, el lugar más triste del mundo. Por muchas razones pero, sobre todo, porque los estamos apartando de sus nietos. Aunque también soy consciente de que en la mayoría de las ocasiones no hay otra alternativa. No queda otra, que se dice aquí, en A Mariña. Porque no existen las ayudas suficientes, y hay que trabajar y vivir y criar a los hijos.
Aún reconociendo que con nuestro modo de vida es extremadamente complicado, por no decir imposible, cuidar en casa a una persona mayor si no se dispone de ayuda, hay que seguir reivindicándolo. Porque es una asignatura pendiente, un tema que no tenemos solucionado. Por supuesto, con las ayudas necesarias. Es triste, pero actualmente solo se ve a los jóvenes paseando perros. Es muy raro verles paseando con sus abuelos del brazo.
Sofía tenía que haber nacido en Vigo, o en A Mariña de Lugo, pero fue a nacer a un país lejano y frío. Pero, con solo ver su foto en el WhatsApp, comprendí, de repente, a todos los abuelos enamorados de sus nietos. Y en Anxeriz ya planté aguacates, que son muy sanos y seguro que le gustarán, muchas hortensias, y una camelia blanca Alba plena, que cuidaré para que cuando venga a visitarme tenga flores en su habitación.
Y le daré todos los mimos, le levantaré todos los castigos y le consentiré todo lo que no consentí a mis hijos.
Y me olvidaré de la pediatría, de la psicología, de los límites y de las normas.
Justo esto es lo que pienso hacer, y estoy preparado para aguantar sereno las reprimendas de sus padres. ¡O no veis que soy su abuelo!