
Ione Belarra, cual clon de Irene Montero, parece casi siempre enfadada. Serán cosas de la tele, que selecciona los momentos y que, tal vez, hayan decidido (los de la tele) que la imagen más fiel de la líder de Podemos es la de una mujer de dudosa empatía, iracunda y que siempre está riñendo a alguien. Quizá tantos planos de ella con el ceño fruncido nos han ayudado a creer que se trata de una persona a la que no le gusta su país (a lo cual tiene derecho) ni buena parte de las gentes que en él habitan. Ahora, además, sabemos que no le simpatizan los gallegos. Por lo menos a tenor del cierto desprecio que se desprende de sus palabras recientes sobre el sentido del humor galaico.
«Yo entiendo que usted tiene esa lógica y ese gracejo... que no sé de dónde lo ha sacado porque usted es gallego y los gallegos no tienen fama de graciosos», le dijo Belarra a Rajoy.
Que Ione Belarra opine sobre si los gallegos son simpáticos o no, no debería preocupar en esta esquinita del Atlántico. Pero resulta increíble el cuajo con el que una líder con cierta representación en España es capaz de estigmatizar a todo un pueblo solo porque su interlocutor en una gresca política la estaba desquiciando.
Puede que la verdadera clave de todo la haya dado otro miembro de Podemos, el secretario de Organización Pablo Fernández. Poco después del comentario de Belarra sobre el gracejo gallego, en un programa de televisión, Risto Mejide le preguntó al citado político sobre si daban por perdida Galicia, dado el comentario que Belarra había hecho sobre sus gentes. Fernández no respondió a la cuestión y se dedicó a poner de vuelta y media a Mariano Rajoy. El presentador insistió una segunda vez. Y la respuesta fue la misma, que si la guerra sucia, que si daño a la democracia, que si Rajoy mintió... pero de Galicia nada de nada. Hasta que llegó la tercera vez en la que Mejide probó fortuna con el tema: «¿Tiene usted algún mensaje para los votantes gallegos que se hayan sentido ofendidos por las palabras de Ione Belarra?». Y, por fin, afloró la verdad: «Sí, tengo un mensaje para los votantes gallegos, que sería bueno que dejen de votar a un partido que hace que...»
¡Acabáramos! A Podemos no le hacen gracia los gallegos porque votan mayoritariamente al PP. Esa es la clave de todo. Nada de pedir disculpas, nada de plegar velas y buscar cualquier pirueta dialéctica para quitar hierro al asunto. Incluso Fernández podría haber recurrido a algún chiste para desdramatizar, pero está claro que esto del humor no se le da bien a los integrantes de Podemos, quienes no aceptan con deportividad que en Galicia fueron borrados del mapa en las últimas elecciones autonómicas. Ahora se entiende que a Ione Belarra los gallegos no le hagan ni pizca de gracia. Qué penoso es un partido político que no respeta a los votantes de los adversarios.
Habría que recordarles a los de la formación morada que no hay nada peor para la salud que estar enfadado todo el día y riñendo al prójimo. De ahí no sale nada bueno.