«Sentí mucha angustia: alguien con acento extranjero tenía mi móvil»

OPINIÓN

Alejandro García | EFE

21 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

No va de nacionalidad, va de buenas personas

Hace unos días, yendo a casa de un familiar, al salir del coche se me cayó el móvil. Con las prisas no me di cuenta, y más tarde le pedí a este familiar que me llamara para encontrarlo. Al tercer tono, una mujer contestó a mi llamada, con acento de otra nacionalidad. «Hola, ¿por qué tienes mi teléfono?», le pregunté. «Se te ha caído y lo cogí», respondió. Le pedí su ubicación para ir a recogerlo y su respuesta me sorprendió: estaba en otro pueblo, a treinta kilómetros del mío. «¿A qué hora vuelves?», pregunté. «A las 4 en el metro», respondió. Colgamos y sentí mucha angustia. Alguien con acento extranjero tenía mi móvil, y, para ser sincera, no esperaba que me lo devolviera. Cuando volví a llamar ya no contestó, y pensé lo peor. Pero al llegar las 4, ahí estaba. No era ella, sino un familiar suyo con mi móvil de última generación. Eran de otro país, al sur de España, y al vernos nos dijo: «Cuando escuchasteis la voz de mi tía pensasteis que no os lo devolveríamos, ¿no?» Mi respuesta espontánea fue: «Esto no va de nacionalidades, va de buenas o malas personas». La verdad, les estoy muy agradecida y sentía que era justo contarlo. Como todo en la vida, prejuicios los mínimos. No todos son buenos ni malos, hay de todo. María José Herrera.

La inmigración, una gran oportunidad

La mayoría de los analistas coinciden en que el gran desarrollo de EE.UU. en el siglo XX se debe a la llegada de enormes oleadas de emigración, que aportó mano de obra y gran iniciativa empresarial. Pues bien, en un entorno poblacional donde predomina una sociedad envejecida como es la nuestra, a las puertas de la jubilación de la generación del baby boom, y en un momento donde muchos sectores productivos se enfrentan a la carencia de mano de obra, la distribución de los menores emigrantes en lugar de ser un problema lo veo como una gran oportunidad.

Por supuesto, debería existir consenso institucional para diseñar unas iniciativas de inversión en formación profesional y académica, tratando de aprovechar este caudal de población joven que llega a nuestro país, ofreciéndoles, en lugar de hacinamiento en centros de acogida, una oportunidad que redundará en un futuro próximo en el crecimiento económico del país. Eso sí, en el supuesto de cometer delitos reiterados o graves, que tengan que abandonar de inmediato dicho proyecto de integración. Juan Fco. García Casal. Guísamo.

El amor no es un delito

La historia de Sebastián y María ha conmovido a miles de personas. Un hombre de 87 años, enfrentando la devastadora enfermedad de su esposa, decidió escribir su amor en la fachada del ayuntamiento, justo enfrente de la residencia donde ella pasa sus días. En lugar de recibir comprensión, Sebastián se enfrenta a una imputación por un simple grafiti. ¿Realmente creemos que la ley debe castigar un acto como este? ¿Hemos llegado al punto en el que un anciano desesperado, que solo busca que su esposa recuerde su nombre, es tratado como un infractor? La justicia no puede ser solo un conjunto de normas frías y rígidas. Debe ser capaz de entender la humanidad detrás de los actos. No hablamos de vandalismo, sino de amor. Y si un sistema no sabe diferenciarlo, quizá el problema no sea lo que hizo Sebastián, sino la falta de empatía con la que se le juzga.

Mi abuelo también padece alzhéimer, y lo que más me duele es ver cómo los recuerdos se desvanecen lentamente, llevándose con ellos partes de su identidad. Por eso me duele aún más que alguien como Sebastián sea tratado como un criminal por intentar preservar, de la única manera que podía, lo que más amaba. Silvia Fernández Rodríguez. Valdoviño.