
Durante las pasadas elecciones autonómicas, en los meses previos y sobre todo cuando llegó la fecha del 18 de febrero, desde el BNG se propagó el mensaje de que el cambio en la Xunta era posible y que, por primera vez, habría una mujer presidenta y además nacionalista. Incluso medios afines tradicionalmente al socialismo galaico compraron esa moto y profundizaron en la idea del cambio. Para unos, se trataba de asaltar la Xunta, y, para otros, de dar un golpe tremendo a Feijoo en el que hasta hacía nada fue su feudo.
Finalmente, el BNG se estrelló contra la realidad de Galicia, donde el poderío del PP es un hueso duro de roer. Pero la formación de Ana Pontón y la UPG se sintieron tan cerca de la gloria electoral que una vez pasado el disgusto de la derrota se activaron rápidamente, convencidos de que a la próxima será la vencida. Es por ello que se avecinan tiempos convulsos en Galicia, donde cualquier tema será convertido en arma arrojadiza contra el Gobierno de Rueda y, sobre todo, se avecinan numerosas movilizaciones
Según comentaba recientemente Mario Beramendi en las páginas de La Voz, el BNG, y especialmente la UPG, apostarán por la movilización en las calles. Situarán al nacionalismo detrás de la pancarta y liderarán la defensa del gallego sin una sola concesión a las propuestas que pueda hacer la Xunta y boicoteando, si hace falta, actos del Ejecutivo popular en esta línea. Ni que decir tiene que donde vamos a encontrarnos una mayor movilización será con el tema de Altri, tal y como ha quedado ya demostrado en los últimos días y tras la declaración positiva de impacto ambiental realizada por la Xunta. De hecho, ahí tenemos la convocatoria para la manifestación en Pobra do Caramiñal, un evento perfectamente organizado que se garantizará una nutrida representación del nacionalismo gallego.
Sin duda, este es el escenario. El BNG convertirá la política gallega en una olla a presión y en ese ambiente tendrá que moverse el Partido Popular, a quien le acusarán de vender Galicia a las grandes corporaciones, destruir el medio ambiente y expoliar los recursos naturales de esta tierra. No se lo van a poner fácil a Rueda, obviamente, que más que nunca tendrá que andar con pies de plomo para no regalar bazas a sus rivales.
Si algo positivo pueden tener las movilizaciones sociales del Bloque es que el Gobierno gallego estará más obligado que nunca a ser escrupuloso en su gestión. A nadie que no esté impregnado ideológicamente se le pasa por la cabeza que la idea de Rueda es destrozar una maravillosa comarca de Galicia, así como las rías, solo por favorecer a una empresa extranjera. Esa idea antigua que cultivan en la UPG de que la derecha no tiene escrúpulos y es capaz de arruinar a todo un pueblo por el beneficio de unos pocos. Por eso, Rueda está obligado a buscar la excelencia medioambiental en un proyecto como el de Altri que, si se hace con criterios rigurosos, solo puede beneficiar a Galicia.