Vinicius como síntoma

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

DPA vía Europa Press | EUROPAPRESS

23 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Vinicius se fue a Brasil para jugar contra Colombia y contra Argentina. Ojalá el viaje le clarifique las ideas. Su actuación al final del partido contra el Atlético de Madrid en la Champions fue bochornosa. Tan bochornosa como el penalti que quiso tirar y que lanzó a las nubes. Su forma de comportarse al primero que está perjudicando es a él mismo. Se le ha ido de las manos el asunto de protestar por todo y a todos. No está a la altura de la camiseta que luce. Y su rendimiento sobre el tapete también ha bajado muchísimo. Vinicius quiso cargar sobre sus hombros una lucha muy legítima: el combate contra el racismo. Pero, poco a poco, se fue enredando y lo que pretendía abanderar se ha convertido en un lío sin precedentes. Claro que hay racistas en el fútbol y en la vida, y solo merecen el rechazo de todos. Pero Vinicius, que ya era un futbolista temperamental, se fue radicalizando de tal manera en cada jugada que protagoniza que es el temor de los árbitros, de los rivales y de sus propios compañeros. Hasta Ancelotti, que es un entrenador veterano y con temple, no sabe cómo frenarlo. Hemos visto imágenes en las que Vinicius reprende a sus compañeros por no pasarle la pelota. O por pasársela antes de tiempo o a destiempo. Les riñe continuamente. Hay un vídeo en el que a Ceballos le monta un pollo que no es normal.

Vinicius se ha especializado en dejarse caer. Le da igual que hoy con el VAR incurrir una y otra vez en piscinazos es como salir de la escena de un crimen por disparos con un revólver humeando. Vinicius tiene una velocidad extraordinaria con el balón en los pies. Es muy difícil de parar. Esa aceleración no le acompaña a la hora de conectar neuronas. Vinicius afinó al fin su disparo y hoy es capaz de lograr tantos impresionantes. Antes, cuando empezó, si tiraba a portería, los espectadores de la grada eran los que más estaban en peligro. El balón se le solía ir a las nubes, como en la pena máxima del Wanda. Ahora, que es más preciso con la pelota, el que está en las nubes es él. Insiste en ser el protagonista tenga o no el balón en los pies. Se encara con todo el mundo. Con los árbitros. Con el linier. Con el jugador que le marca y con el que no le marca. Con un chaval en la grada. Con los recogepelotas. Todo le parece mal. Y cuando demuestra el talento que tiene y algo le sale bien, en vez de celebrarlo sin más opta por la burla al contrario.

Nos hemos cansado de repetir que los ídolos como Vinicius son claves para mejorar el comportamiento de los más pequeños, de los chavales que sueñan con jugar al fútbol. Vinicius de forma muy triste se está convirtiendo en un síntoma de lo que sucede para mal en los estadios. Los niños que lo siguen copian lo peor de él. Se ha comentado que en el Real Madrid le han dado más de un aviso. Parece que no es suficiente. En el Wanda no solo se rio de una afición que acababa de ser eliminada y estaba penando. Es que luego lo hizo también en sus redes sociales. Otra circunstancia que puede llevar a sus fanes a imitar lo peor de él. Vinicius tiene que dejar de ser un síntoma. Y dedicarse al fútbol: a regatear, a correr y a chutar. Sería un descanso para todos, incluso para él.