Llueve

Luis Ferrer i Balsebre
luis ferrer i balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

Varias personas cubriéndose de la lluvia en A Coruña.
Varias personas cubriéndose de la lluvia en A Coruña. MARCOS MÍGUEZ

24 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Llueve, llueve tanto que la gente se asusta, se acobarda, se cabrea, despotrica y busca responsables donde descargar su disgusto. Es como si, ante lo real, el ser humano buscase razones en su inteligencia, como si las lluvias torrenciales, los volcanes o los virus pudieran ser controladas por la acción del hombre. Nos hemos despegado tanto del entorno real que ya no sabemos qué cosas son debidas a él o son producto de nuestra negligencia.

Stendhal decía que la novela era un espejo puesto delante de la vida «un miroir qui se promène». Pues bien, lo que ha cambiado en estos tiempos es el espejo. Y con el cambio del espejo, el cambio de lo real, que ya no se sabe si es real.

El mundo virtual en el que habitamos y el advenimiento de la inteligencia artificial ha venido a situarnos frente a la farsa de un espejo que nos devuelve una imagen cada vez más alejada de lo que es el mundo de verdad, más allá de las representaciones de Netflix, imágenes filtradas y redes sociales imaginarias. No es de extrañar entonces que cuando la naturaleza nos mete una cornada o simplemente nos incomoda, quedemos atónitos y recurramos al primitivo mecanismo de defensa de la negación de la realidad y la proyección de la culpa sobre algo o alguien fuera del mundo real.

Vemos en los medios de comunicación cómo cuando entrevistan a gente mayor o que vive en el entorno natural su respuesta nunca es culpabilizadora hacia nada ni nadie, simplemente constatan que las cosas son así, que fueron así y que lo seguirán siendo mientras vivamos en este planeta, con cambio climático o sin él.

El neuropsiquiatra y psicoanalista Fritz Perls decía que quien conduce un automóvil no lo hace de acuerdo con su programa, sino de acuerdo con la carretera.

El mundo real no entiende de batucadas ni manifas con velitas, esperar que el planeta sea amable con nosotros porque somos buena gente es lo mismo que esperar que un toro no te ataque porque eres vegetariano y antitaurino (reflexión que vale para los negacionistas de la ferocidad intrínseca del ser humano y del «no a la guerra»).

En fin, que llueve mucho y seguirá lloviendo porque así lo exige el equilibrio homeostático del planeta, y teniendo en cuenta que, al planeta, le importa una higa nuestro bienestar. Así que más vale resignarse y atrever un arriesgado y viejuno exhorto: «Quítate esa ropa mojada y ponte un Martini seco». Y seguirá lloviendo.