El presidente y los trucos del mago Pop

Francisco Espiñeira Fandiño
Francisco Espiñeira SIN COBERTURA

OPINIÓN

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante una sesión de control al Gobierno, en el Congreso de los Diputados.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante una sesión de control al Gobierno, en el Congreso de los Diputados. Eduardo Parra | EUROPAPRESS

27 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Pues seis horas de debate nos dejaron a casi todos como estábamos. Tenemos de presidente al mago Pop, que nos va a deleitar con un truco inédito: con los ingresos congelados, sin saber con qué fondos de la UE podrá contar y con el recorte en los impuestos de las energéticas, entre otros, va a conseguir aumentar el gasto en defensa, casi duplicarlo, sin tocar «ni un céntimo» del gasto social. O sea, que o Pedro Sánchez se ha hecho con una máquina de imprimir billetes o ese dinero tendrá que salir de otras partidas. ¿De cuáles? Pues ese es como el misterio de la Santísima Trinidad. Descartada, por insuficiente, la poda de la estructura gubernamental —seguimos teniendo 23 ministerios y cada mes se pulveriza el récord de asesores pagados con fondos públicos, incluyendo puestos tan esenciales (nótese la ironía) como el de los asistentes de la mujer o el hermano del presidente—, tamaño pastizal, varios miles de millones, solo puede salir del capítulo de inversiones. Y eso, sin contar, claro, a las que afectan a los catalanes y los vascos, que para eso sus votos son decisivos para mantenerse en el poder.

A Sánchez no le quedó más remedio que poner cara de póker para resistir las embestidas de las dos alas de la Cámara. A su izquierda, Sumar dejó claro que la caída libre en las encuestas ha despertado su carácter más combativo, aunque quizá sea un poco tarde. A Podemos le gusta el OTAN no para intentar recuperar el pulso de la calle perdido con la mudanza a Galapagar. Hasta Bildu, Esquerra y el Bloque, habitualmente dóciles ante las consignas emanadas de la Moncloa, con su sí siempre preparado, dejaron claro que para este viaje no cuenten con ello.

Por la derecha, Alberto Núñez Feijoo, pese a estar de acuerdo con el refuerzo del gasto militar, le afeó a Sánchez la sucesión de eufemismos para intentar camuflar su debilidad. Y a Abascal le daban lo mismo las explicaciones, porque ha hecho suyo el «no es no» que lanzó a la fama a su antagonista,

Hasta los tímidos respaldos del PNV y Junts llegaron con reproches. «Reármese también en democracia», le reclamaron los independentistas catalanes en referencia al afán de Pedro Sánchez por evitar someter sus planes a votación en el Congreso.

Más allá de las horas perdidas en el estéril debate de este miércoles, seguimos sin saber nada. Sánchez se refugió en la grandilocuencia de las buenas intenciones. No concretó nada, pidió otros dos meses para diseñar su plan y nos escondió a todos los contribuyentes con qué nuevo impuesto piensa premiarnos para cubrir el aumento del gasto.

Dicen los cronistas bruselenses que el saber hablar inglés no le va a bastar esta vez a Pedro Sánchez. Ursula von der Leyen tiene en su país a un correligionario al mando, Friedrich Merz, que ha roto con la austeridad para protegerse de la amenaza rusa, aparcando el buenismo de Merkel. Y en la OTAN está el holandés Mark Rutte, un halcón con malas relaciones con el líder socialista. Con la caja de Bruselas cerrada, las promesas a la izquierda suenan a brindis al sol. Aunque a todos los aliados de Sánchez les interesa seguir siendo engañados.