
El debate sobre el estado de la autonomía, que terminó ayer, solo sirvió para evidenciar que la polarización política, editada en la Moncloa y distribuida a sus quioscos del noroeste, también se instaló en el
El debate sobre el estado de la autonomía, que terminó ayer, solo sirvió para evidenciar que la polarización política, editada en la Moncloa y distribuida a sus quioscos del noroeste, también se instaló en el