El fin de la economía global

Carlos Estévez Mengotti ECONOMISTA

OPINIÓN

Ernesto Guzmán | EFE

27 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

En el tema arancelario, estamos alejándonos de la crisis y descubriendo los problemas reales. La diferencia entre una crisis y un problema es que en el primer caso no sabes lo que sucede, y en el segundo caso, conociendo el problema, eres capaz de evaluar un arco posible de decisiones.

Hace ya años que en Europa se sabía que la globalización estaba tocada. La causa está en el incumplimiento de las normativas y contratos que hay que respetar entre los diferentes países exportadores. Tenemos muchos ejemplos desde el no respeto de las patentes de China, a la introducción de ajos con fitosanitarios en España. Existe también una suerte de dumping social, que aprovecha condiciones laborales más laxas para exportar a menor precio. En esa situación, es mucho más fácil el acuerdo entre los Estados Unidos y Europa que entre ambos y China u otros países. El índice que valora la competitividad de los precios derivados de la tasa real de cambio indica por ejemplo cuál es el precio de producir un coche eléctrico en Alemania, contra el precio de producir un coche eléctrico en China. Si la divisa es estable, y sí es más barato en China que en Alemania, la competitividad alemana se resiente. Pero hay un factor a tener muy en cuenta. La normativa alemana respeto al medio ambiente, emisiones de carbono y derechos sociales de sus trabajadores no tiene equivalente en China. Esta diferencia, debe ser el importe del incremento de arancel. Solo así se equilibrará la competencia, en función de una carga social y ambiental que aumenta el precio de nuestros productos, frente a aquellos que no tienen esas cargas. Esta es la forma de equilibrar la competitividad.

El New York Times a mediados de la semana del 7 de abril informaba de que representantes republicanos y demócratas en el Congreso habían amenazado al presidente con una ley en la que se le impidiera variar los aranceles. Esa parece ser la causa de la reacción subsiguiente de dar un plazo para la negociación, por lo que se supone que va a ser más largo que 90 días. La causa está en que los representantes republicanos tienen votantes que han perdido más de un 15 % de sus ahorros en bolsa en unos pocos días tras el liberation day, y no están nada contentos.

 Si compramos un producto de otro país, estamos remunerando al capital y al trabajo invertido en el otro país, siempre en detrimento del capital y del trabajo del nuestro. Estamos al inicio de una nueva reestructuración de la economía global, en la que hasta ahora solo uno de los grandes operadores ha enseñado realmente los dientes. Lo mejor será volver a acceder a la diplomacia y la inteligencia en una negociación que se promete más dura que nunca. Parafraseando a Clinton en su campaña de 1992: ¡Es la competitividad, estúpido!, lo que realmente importa.