
Fue en la década de los noventa cuando internet irrumpió en nuestras vidas. Las primeras conexiones llegaron al ámbito universitario e investigador, y ya en la segunda mitad empezó a entrar en las empresas y hogares españoles. De aquel rudimentario sistema en el que se escuchaba perfectamente cómo se iniciaba la conexión —se hacía por teléfono y sonaba como una llamada— hemos pasado a un mundo en el que los teléfonos inteligentes han conseguido que todo y todos estemos interconectados. Y sobre todo, que seamos hiperdependientes de la red.
No solo necesitamos internet para las grandes cuestiones, o sea, para que funcionen los hospitales, los trenes, los aviones, la industria... La wifi o los datos son indispensables en nuestro día a día, para mandar un mensaje clave en nuestra organización doméstica, una instrucción en el trabajo, una foto, para acceder a una información, para pedir una cita médica... Pero el lunes todo saltó por los aires. Y no fue por el corte de electricidad, no. Fue por la ausencia de conexión a la red.
Apagones de luz los sufrimos de vez en cuando, sobre todo en esos inviernos con fuertes vientos. Unas velas, una cena fría improvisada, no se puede ver la tele... pero el móvil sigue ahí, funcionando, conectándonos con el mundo, informándonos de lo que pasa. Y al cabo de unas horas, todo vuelve.
El lunes no. El lunes no podíamos llamar a nuestra familia, no podíamos comprar en el súper, no podíamos informarnos, no podíamos echar gasolina, no podíamos sacar dinero. Y la angustia inevitable de ¿y si pasa algo?, ¿y si necesito pedir ayuda?
Hace mucho que internet dejó de ser un lujo, una mera herramienta de trabajo o una fuente de ocio. Internet es la columna vertebral de nuestro mundo, nuestra sociedad y nuestra vida. Una vez que se aclare qué pasó con el sistema, por qué en cinco segundos desapareció el 60 % de la energía que se estaba suministrando, será el momento de exigir una red (tanto eléctrica como de comunicaciones) más segura, más fuerte y menos vulnerable. Porque el lunes internet cayó y el mundo se paró.