
La cantante Katy Perry ha recibido recientemente una avalancha de odio en las redes. ¿La razón? No la hay, pero la excusa es su excursión relámpago (duró poco más de diez minutos) al espacio con otras mujeres en un cohete de Jeff Bezos, el dueño de Amazon. Uno puede tener muchas objeciones a este tipo de espectáculos, pero cuando fueron hombres los que se dieron un paseo parecido, no ocurrió nada parecido.
La intérprete de I kissed a girl, Firework o Hot n Cold respondió así a los haters: «Cuando el mundo online intenta convertirme en una piñata humana, lo tomo con gracia y les envío amor». Y definió internet como un «vertedero para desquiciados».
El mensaje es demoledor. Y certero. Define una realidad alternativa preocupante. En cuanto alguien sube algo a la Red, irrumpe la horda del odio con comentarios que serían inaceptables en la vida cotidiana, por irrespetuosos e insultantes. Casi siempre los vomitan bajo el paraguas del anonimato, y muchas veces no tienen ninguna relación con el contenido original al que se reacciona. ¿Les importa lo que haya hecho o escrito alguien? No. Solo buscan una oportunidad para soltar bilis, para buscar carroña en las vidas ajenas. ¿Es humano? Sí. Pero siempre podemos ser mejores y evolucionar, como sociedad y como personas. Lo vimos el día del apagón. Sin redes, respondimos de forma sensata, mesurada y admirable.