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«La mujer debe tener dignidad y, a poder ser, su propia vida»

La Voz

OURENSE

FOTO: PILI PROL / TEXTO: CRISTINA HUETE DE MUJER A MUJER Angelines Feijóo, diseñadora de joyas Ha hecho de sí misma su estandarte. Pero que nadie se llame a engaño: ahí donde la ven -exhuberante, rotunda y ejemplar- esta ourensana es toda una hormiguita trabajadora. Una matriarca en toda regla que ha desembocado en el deslumbrante negocio de la joyería y que pulula -con la misma soltura con la que te recibe en casa- por los programas televisivos de máxima audiencia mostrando los diseños que salen de su alma y que, naturalmente, son como ella misma es: tremendos. Angelines Feijóo se crió tras el mostrador de las ourensanísimas Modas Feijóo y ahora hace ourensanismo por el mundo con diamantes.

23 mar 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

Es una mujer de rompe y rasga. «Una mujer del mundo», puntualiza ella desde la atalaya de su presencia interminable y acariciando apenas con su chorro de voz sus medidas palabras. Acaba de regresar de Madrid, de presentar su colección de joyería en el programa de máxima audiencia que dirige María Teresa Campos, y recibe espectacular, una mañana de sábado, ataviada con la XL más imposible del mercado: «No hay ropa bonita en tallas grandes -explica- así que yo me diseño la mía y se la encargo a una modista. Así que voy como yo quiero». -Lo suyo es el diseño. ¿Por qué las joyas y no el textil, si se crió en este negocio? -El diseño, efectivamente, es mi pasión. Pero yo no dibujo, ni las joyas ni la ropa, sino que sencillamente le explico lo que quiero a las modistas o a los joyeros y ellos hacen realidad mis ideas. Lo de las joyas surgió cuando salí de una depresión muy grande. Sentí que tenía que hacer algo propio. Estaba casada y tenía ya hijos y decidí trabajar: empecé vendiendo cosmética y después libros. Como tenía que viajar, añadí un muestrario de joyas al de los libros, para aprovechar el tiempo. Hasta que me dí cuenta de que yo vendería mejor las joyas si tuvieran mi personalidad. Eso sí, siempre llevando lo más avanzado. Yo siempre a la vanguardia. -Vende usted en toda España y de una forma ambulante. ¿No se cansa? -En absoluto. Llevo 30 años viajando sola, de hotel en hotel por el mundo adelante y esto es muy sacrificado, así que si no me gustara no habría aguantado tanto tiempo. Y, claro, conseguir haberme hecho un hueco en medio de la grandeza de joyeros como los de Madrid, por ejemplo, es un triunfo. -¿La respetan los grandes joyeros? -¡Cómo no me van a respetar si yo soy joyera como ellos! La única diferencia es que yo elegí otro sistema de venta en el que, como mujer, fui y sigo siendo pionera. -Viaja sola por el mundo. Una mujer llamativa ... -Eso es para contar otra historia. Ahora, desde hace ocho años, voy con mi hijo Luis a todas partes. Tiene cualidades para ésto y es mi mano derecha. Ahora ya somos los dos. Pero hasta entonces fui pionera. Imagínate hace 30 años y con 30 kilos menos a una mujer sola en los hoteles. Los hombres me miraban pero veían que yo me manejaba, que entraba y salía y que pagaba mis cuentas: se alejaban. Mira, fue muy difícil para mí. El trabajo me ha costado hasta salud, no ha sido nada fácil. -Lo de su marido fue una prueba de amor. -Pues, ¡fíjate!, aquí estamos juntos después de tantos años. Yo nací para ser libre y él lo entendió. Si no, me daba un ataque de nervios. -¿Se siente usted feminista? -Soy muy anárquica y quizás un poquito mandona, porque soy muy exigente en el trabajo, pero tengo otras buenas cualidades. ¿Feminista?. Lo que está claro es que esta sociedad ha sido siempre machista y que las mujeres hemos estado siempre debajo, sometidas. Cuesta mucho conseguir la igualdad, que está todavía en pañales. La mujer tiene que tener su dignidad y, a poder ser, su propia vida. ¿Cree que la sociedad está afrontando bien el problema de la violencia doméstica? -Es que las sentencias las dictan casi siempre hombres, así que ponen a los maltratadores a los tres días en la calle. Yo diría a las mujeres que, al primer atisbo de una bofetada, no esperen ya a la siguiente. No se puede una someter, ni por dinero ni por nada.