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La familia del joven muerto en un atraco sostiene que alguien lo dirigió

Marta Vázquez Fernández
Marta Vázquez OURENSE

OURENSE

Según su hermana, el alto grado de invalidez de Luis Sequeiros le impedía ponerse los guantes que llevaba La víctima de la acción policial tenía una minusvalía psíquica del 66%

27 nov 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

La muerte a tiros del joven que el pasado viernes intentó atracar una céntrica joyería ourensana podía haberse evitado si alguien le hubiera dicho una simple frase como «ven conmigo a comer un bocadillo». Una deficiencia psíquica del 66% hacía de Luis Sequeiros Anglada una persona totalmente inofensiva y confiada. Quizás demasiado. Esta es al menos la sospecha de la familia, que tiene la firme suposición de que en el atraco hubo un tercer implicado. «Nosotros nos preguntamos qué hacía Luis en una parada de autobús a las cinco de la tarde y entrando a robar en una joyería. Sabemos que alguien lo llevó allí porque él sólo no era capaz de hacerlo. Estamos seguros de que alguien lo utilizó para atracar la joyería», dijo ayer su hermana en una rueda de prensa. Pero las suposiciones no quitan a esta familia de cinco hermanos la rabia de haber enterrado al más joven hace dos días. Ni siquiera pudieron estar con él en los últimos momentos porque nadie les avisó de lo que sucedía en la joyería Rubí el pasado viernes. A pesar de que murió a consecuencia de los disparos de la policía, los agentes no alertaron a la familia. «Lo supimos por la prensa y una de mis hermanas fue a comisaría a preguntar. Un policía de paisano le dijo, en la misma entrada, que creía que había muerto», señaló María Concepción Sequeiros. Cinco días después de la muerte de su hermano e hijo, la familia no se cree que Luis ya no esté. «Él no era un atracador de permiso ni un delincuente, sólo una vez rompió una papelera y cumplió su condena, nada más». No sólo niegan la versión de la policía, que le atribuye su participación en diversos delitos, sino también se preguntan por qué las cosas terminaron tan mal. «Si entró en una joyería con una pistola de aire comprimido y le dijo a la dueña que no llorara es que no iba con mala intención, sino convencido por alguien». Y para justificar esto esgrimen una prueba: «A pesar de que poco a poco Luis fue aprendiendo a hacer algunas cosas por sí mismo, como arreglarse solo y ayudar en casa, nunca fue capaz de ponerse unos guantes. Si hacía frío se los tenía que poner mi madre porque él se ponía muy nervioso». Cuando el pasado viernes Luis Sequeiros entró en la joyería Rubí, llevaba guantes puestos. Para la familia la pregunta: ¿Quién se los puso? Será el juzgado quien determine la verdad de lo que pasó para que el minusválido terminara muerto a tiros, en la calle y sólo. Tenía treinta años.