Más de 30 pulpeiros y pulpeiras se reparten las calles de la capital cada domingo para atender a una clientela fiel
12 may 2008 . Actualizado a las 02:00 h.Es domingo, pero para los pulpeiros ourensanos es una jornada laborable como otra cualquiera. O incluso mejor. Se levantan a las siete de la mañana en tierras carballiñesas y dos horas después ya han montado la mesa, el caldero de cobre con su inseparable bombona y la inevitable sombrilla en cualquier calle de la capital ourensana. Bueno, en cualquiera no, porque cada uno tiene su sitio establecido por la costumbre y la herencia de los años.
Son, según ellos mismos dicen, más de treinta repartidos en las calles y barrios de la ciudad -generalmente cerca de algún bar-, y cada domingo domingo se convierten en referencia obligada para cientos de ourensanos que acuden a buscar el manjar más típico de las citas feriales, para degustarlo en este caso, en el comedor de casa con mantel y vajilla de domingo. La mayoría asegura que acude con entre 50 y 60 kilos de pulpo, y salvo en verano -por aquello del éxodo playero- muy pocos regresan con mercancía.
En bolsa o listo para servir
En cuanto a los clientes, algunos confiesan que llevan tanto tiempo acudiendo al mismo puesto que no tienen necesidad de explicar cómo lo quieren. Porque en esto también hay gustos y rituales. Andrés González -la cuarta generación de pulpeiros- asegura que «los conocemos a todos, y sabemos si lo quieren con más o menos sal, o picante o si lo llevan partido o entero». Algunos incluso recuerdan cuando la ración les costaba a cien pesetas (hoy está a seis euros). Por cierto que, lo habitual es llevarse suficiente para no cocinar ninguna otra cosa, pero también hay quien sólo compra una ración para «picar»
Pero en esta tradición también hay modas. Desde hace años en el maletero de la furgoneta, las pulpeiras colocan también bolsas de plástico resistente. Es para meter el pulpo sin cortar, que muchos clientes prefieren porque «si o levas con moito tempo despoís é maís difícil quentalo», explica Asunción. Así que el pulpo, con su agua de cocción, se lleva a casa y allí se calienta.
Otros acuden con su propia olla. La pulpeira corta y adereza el pulpo en la tabla y luego esa cazuela se pone al baño maría para no lavar el aliño.