Reivindicó, sin éxito, conciliar la política parlamentaria y la maternidad («es una maravilla ser madre») al pedir votar telemáticamente o con voto delegado durante su permiso de maternidad. Fue pionera en una reivindicación pendiente: «La presidenta, Lola Villarino, dio buenas palabras que no se llegaron a materializar. Para mí fue muy gratificante que su sucesora, Pilar Rojo, hablase de hacer realidad mi petición. No pueden hacerte elegir entre ser madre y estar en un puesto de representación popular. Las dos cosas deben ser compatibles, como en otras actividades, y el ejemplo tiene que partir del Parlamento que es donde nacen las leyes. En su momento no noté ninguna oposición en el resto de diputados porque ellos también son padres.
-¿Notó que hay muchas zancadillas en la vida pública?
-En la política sí las hay, pero también en la empresa, en el mundo financiero o en el obrero. Somos personas y a veces actuamos de forma incorrecta, no dando la cara. No siempre se utilizan las mejores armas para mantenerse en un puesto.
-¿La ambición es un ingrediente básico en la política?
-La ambición es buena, entendida de una forma sana. Si tienes ambición de querer llegar a algo, conseguir tus metas (el triunfo es siempre subjetivo) no considero que sea mala.
-¿Y la erótica del poder?
-Cuando estás en puestos de poder (aunque lo del poder es ambiguo), sí es cierto que la gente se vuelca más contigo.
-¿En qué momento pensó que no contaban con usted?
-Nunca me planteé eso. Trabajé todo lo posible hasta el último día para no defraudar ni a los ourensanos ni a mi misma. Y a partir de ahí lo que tuviese que ser que fuese.
-¿Sufrió alguna depresión al dejar el escaño?
-Ninguna, ninguna. Siempre tuve los pies en la tierra y siempre fui muy consciente de que sabía cuando entraba y que todo tiene fecha de caducidad.