En 1948, en la final de la Copa del Ribeiro, vi arbitrar a Chanote, el primer colegiado federado de la comarca del vino. Iba con chaqueta y pantalón corto. Después vinieron Germinal, Barril, un árbitro de primera que aún no pudo recoger la gabardina que le «guardaron» en cierto pueblo, el crack Presas -que no llegó a primera división por política, que condiciones vaya si tenía-, Doval, Rivera, la ley, Docabo... El mejor Bernardino; lleva diez años en Primera División, sin un solo follón, y cinco de internacional. Está en la élite. Cuando me lo presentó Luis Soria le pedí por el Madrid; no me hizo caso; lógico, yo soy un fan y él es un juez. Una emisora de radio lo presentaba diciendo: dirige el árbitro alemán, nacionalizado ourensano, Bernardino González. Tenía razón la emisora; Bernardino es ourensano de pura cepa, es ourensano porque sí; pudo haber sido alemán y no quiso, escogió lo mejor. Acaba de dejar el arbitraje porque un pequeño problema físico le impide estar al 110%. Honrado que es, se planta. Cuando a las calles les ponemos nombres hasta de políticos o absurdos como Gravina u ofensivos como General Aranda se me ocurre por qué no ponerles los de gentes que han hecho algo por nosotros o han destacado en su labor profesional. Yo lo tengo claro; cuando empiece la temporada de fútbol iré a ver a Ourense al estadio Bernardino González de O Couto.