Es una chica moderna, con carrera, lista. Se fue a Madrid a buscarse un modus vivendi porque en el Ourense de sus amores no se comía un rosco. No tiene «conocimientos» para entrar en la Diputación. En Madrid lleva hechas mil cosas, pero tampoco atan los perros con longanizas. Hace un par de meses, por un anuncio publicado en la prensa, le surgió la oportunidad de ir a currar a ese invento moderno llamado grandes superficies. Le exigían hacer un cursillo gratis como condición para entrar a trabajar. Lo hizo y como es lista «coma un allo», aprobó. Hace un mes empezó a trabajar. ¿Sabes, lector, cuál es su salario? ¡Cero euros! La han contratado como autónoma para vender un producto. Si vende, cobra una magra comisión. Si no vende, nada de nada. En esta época de crisis abundan golfos disfrazados de ejecutivos que trincan más de 50 millones de pesetas al año. Pregunto: esos salarios, distribuidos y repartidos igualitaria y democráticamente, ¿no llegarían para todos sin necesidad de hacerse autónomos? Ya sabemos lo que pasa en Madrid aunque esperemos que eso no ocurra en Ourense con las grandes áreas que están pendientes de abrir en los años venideros aunque bien se sabe que no vienen a regalar estampitas y sí hacer negocio que, por otra parte, es su objetivo fundamental.