Son los del 15-M. No es cosa nueva. Lo llevan reivindicando desde hace treinta años una inmensa minoría. Pero nunca nos hicieron caso al confabularse la derecha histórica con la derecha reciente, la «socialburocracia». Se repartieron el pastel del poder y del dinero, a medias, alternándose (como Cánovas y Sagasta) con las listas trucadas de raíz.
Por fin se le han hinchado las narices a los pisados por esta trama corrupta y han empezado a protestar, aunque sea de una manera light. Lo que reclaman lo exige la mayoría de la población. Las ideas que aportan, o las asumimos como de todos, o esta sociedad se va al garete. Esta democracia enquistada ya no es.
No se sostiene que haya gentuza que se embolsa más de ocho millones de pesetas diarias de jornal, porque no es jornal, parece robo. No se soporta que los ayudemos con dinero de todos y al año se repartan plusvalías de 35.000 millones.
En Cataluña se portaron con ellos de manera autoritaria, o sea, ineficaz. En Ourense fuimos sosegadamente idiotas.
Los, mis, rabisacos se comunican con un invento de la CIA y en las concentraciones había de todo. Aún así, yo me apunto al movimiento porque no nos queda otra. ¡A las barricadas!