S eica é de Santiago», decía una mujer ayer, a las 12.30 horas, ante la catedral de Ourense. «E canónigo», le contestaba su interlocutor. Las campanas de la catedral basílica de San Martiño acababan de repicar en pleno, minutos antes, significando la alegría de haberse hecho público el nombramiento de José Leonardo Lemos Montanet como obispo de la diócesis auriense. Así se cierra un período de sede vacante de 23 meses. Casi dos años desde que Luis Quinteiro Fiuza fuese nombrado para la sede de Tui-Vigo, quien ahora podrá dedicarse ahora al 100% a su Iglesia particular mientras su sucesor en la ciudad de As Burgas, se estrenará como prelado en febrero.
Aunque en los últimos meses hubo quienes ante todo deseaban un obispo santo antes que gallego o de otra parte, en la mayoría del clero y de los fieles ourensanos gusta que quien dirija los destinos de la Iglesia Católica en estas tierras del sur de la comunidad autónoma, sea un nativo, circunstancia que vuelve a repetirse por tres veces en los últimos 20 años, tras José Diéguez Reboredo y Luis Quinteiro Fiuza, con el paréntesis entre ambos de Carlos Osoro Sierra, cántabro.
Los sacerdotes se mostraron escépticos en estos casi dos años de espera ante tantos candidatos y al ver que la Santa Sede aplazaba el nombramiento. Incluso llegaron a expresar que el retraso estaba conectado con el nuevo geriátrico en el Seminario Mayor, pensado para el clero anciano, pero que según los clérigos, no respondía a ese objetivo. Viene para Ourense un hombre cercano que igual sabe de teología o de filosofía como de arqueología sagrada, archivos y bibliotecas. Llega a una diócesis con más de 700 parroquias, muchas víctimas de la sangría poblacional del rural y, eso sí, una vasta riqueza en patrimonio artístico y documental. El obispo electo es, dicen, conservador, pero muy trabajador y adornado con la sencillez que transmite nada más escuchar su voz, en la que tampoco falta una dosis de ilusión.
Acaba un largo período de sede vacante, hasta el punto de que en España, otras diócesis más pequeñas no esperaron tanto tiempo la llegada de sus obispos, algunos de los cuales las primeras quinielas daban para Ourense. Sonaron, desde el obispo de Astorga, el ourensano Camilo Lorenzo, hasta algún responsable franciscano e incluso, el del obispo de Mondoñedo-Ferrol, Manuel Sánchez Monge, pasando por los ahora obispos de Ciudad Rodrigo, Raúl Berzosa y Sigüenza-Guadalajara, Atilano Rodríguez. Pero el nombre que más sorpresa causó fue el del obispo de Mallorca, Jesús Murgui. Iba en una terna y tal fue el revuelo, al darlo a conocer La Voz de Galicia, que varios sacerdotes ourensanos mostraron su profundo malestar y oposición ante la Iglesia española.