La vida se detuvo en As Estivadas aquel 3 de julio de 1987

Marta Vázquez Fernández
marta vázquez OURENSE/ LA VOZ

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Treinta y ocho jubilados oscenses murieron en un accidente de autobús

01 jul 2012 . Actualizado a las 07:25 h.

La vida se paró para 38 personas a la una y diez de la tarde del 3 de julio de 1987 en el kilómetro 475 de la N-525. El accidente de As Estivadas, en el que solo sobrevivieron siete de los 45 turistas oscenses que regresaban a sus hogares tras pasar unos días de vacaciones en la costa gallega, sigue teniendo la triste marca de ser el peor siniestro registrado en las carreteras gallegas. Veinticinco años después pocos han olvidado en la zona una tragedia que, según las indagaciones de la época, se debió a un grave fallo mecánico. Quizás hoy en día sería impensable que ocurriera pero entonces aquel autobús, que había pasado la última revisión apenas un año antes, comenzó a perder piezas mientras descendía las pendientes de As Estivadas, muy cerca de Verín. El conductor, de 46 años, no se dio cuenta de que otro chófer que circulaba justo detrás, y que transportaba al resto de los excursionistas, le hacía señales acústicas para avisarlo. Cuando trató de reducir la marcha para disminuir la velocidad, dada la pendiente del 7,5% que había en la calzada, le fue imposible debido a que se habían desprendido partes de la caja de cambios. Tampoco pudo frenar.

Irremediablemente el autocar comenzó a elevar su velocidad y el conductor no fue capaz de dirigirlo hasta alguna de las pistas de frenada. En línea recta, y «volando» a lo largo de unos 70 metros, se empotró primero contra una roca y se precipitó después por un profundo barranco. El impacto fue tan brutal que la mayoría de los pasajeros murieron en el acto.

Enseguida empezaron a llegar las asistencias. Los primeros fueron los voluntarios del puesto de Cruz Roja de Verín. Después lo harían efectivos de otras localidades, agentes de la Guardia Civil y muchos vecinos y curiosos. Aunque acostumbrados a los accidentes de tráfico en la zona, dado el peligroso trazado de la carretera que comunicaba Ourense con la Meseta, los lugareños nunca habían vivido algo así.

Difícil rescate

Aplastados bajo los hierros del autobús quedaron muchos de los cuerpos. Salieron con vida de aquel barranco doce personas pero cinco de ellas murieron durante el traslado a la Residencia Sanitaria de Ourense. Uno a uno, en un esfuerzo que se prolongó durante horas y bajo un sol de justicia, los fallecidos fueron izados por el personal de salvamento o por los propios vecinos, que tuvieron que utilizar arneses para superar la pendiente. Aquel día no hubo ambulancias ni coches fúnebres suficientes para trasladar a los muertos, algunos de los cuales fueron transportados en vehículos particulares o camionetas.

En el recién inaugurado pabellón de deportes de Verín se instaló una improvisada morgue en la que los familiares, que comenzaron a llegar desde Huesca al día siguiente, reconocieron a sus allegados. En algunos casos solo fue posible por los objetos personales. Todo aquello sigue vivo en la memoria de los que estuvieron allí.