Manuel Figueiredo participará por cuarto año consecutivo en el mítico Gran Premio de La Bañeza
31 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.«Correr en La Bañeza me dio experiencia para llegar a ser campeón del mundo» y no fue una, ni dos veces, sino doce más una, porque la frase es del hoy convaleciente Ángel Nieto. De esa pasión por las motos se empapó también un ourensano que desde 2014 peregrina a la villa leonesa para montarse en su clásica Montesa Impala, reconstruida con mimo artesanal, del modo más minucioso y paciente, al estilo de Manuel Figueiredo González Gorras.
El apodo, la profesión y la devoción los heredó el protagonista de esta historia de su progenitor, en cuyo taller comenzó la aventura en la que tuvo mucho que ver un obsequio de infancia: «Mi padre me regaló una Montesa Cota cuando solo tenía tres años y todavía la conservo en mi casa. Toda mi vida ha estado ligada a las motos. Él también fue mecánico y yo me movía por su taller desde pequeño, llevaba siempre una gorra y por eso el mote. Así que durante años fui el hijo del Gorras y ya cuando abrí la tienda nueva, decidí bautizarla con ese nombre».
Y claro, hablando de pasiones, la historia de La Bañeza no le pasó desapercibida a Manuel. Una pequeña localidad que mantiene la esencia de las carreras de antaño, en un circuito urbano, entre casas, sin escapatorias y con balas de paja para amortiguar las caídas. Para el ourensano era una asignatura pendiente: «Es un evento que el año pasado reunió a 60.000 personas y que va por las 58 ediciones. Quería tomar parte de todo eso. Hay mucha gente de todas partes que quiere participar, así que tienes que enviar un palmarés deportivo. Cuando vas por primera vez hay que preparar la documentación con todo detalle. En el caso de las motos clásicas, en las que participo yo, incluso mandas una foto y después pasas cada año unas verificaciones técnicas muy estrictas».
Una vez conseguido el primer acceso, Figueiredo sabía que tocaba abrir los ojos y aprender: «La Montesa Impala era la moto de carreras de 250 cc que había cuando yo era pequeño. La preparé con piezas de aquí y de allá, pero sabía que pagaría la novatada, porque allí me encontraría con lo mejor de lo mejor. Sufrí problemas de juventud en la evolución del motor, pero cumplí mi objetivo, clasifiqué para la carrera entre 68 participantes y terminé en el puesto treinta».
El Gorras es constante en su trabajo y, nada más salir de La Bañeza, ya pensaba en la próxima edición, en la que ascendió hasta el vigésima plaza en la clasificación final, para volver a mejorar en 2016: «Disfruto investigando y desarrollando la moto, además de lo que lo hago pilotando en una carrera. El año pasado logré clasificarme como decimotercero en mi categoría y terminé décimo en la carrera. Un top diez. Tengo 56 años y seré el segundo más veterano a finales de agosto, pero todavía tengo la ilusión de seguir mejorando, así que a ver que pasa esta vez». De momento midió fuerzas en Portugal y ya rozó el podio.
«Hablamos de motores viejos y no hay una tienda en la que puedas conseguir piezas»
Más allá de los resultados y de la ambición innata de Manuel Figueiredo, el ambiente de La Bañeza es todo un caramelo para un motero de vocación como el ourensano: «Antes tenía el sueño de viajar en moto al Gran Premio del Mundial en Jerez, donde se vive el motociclismo como en ningún sitio, pero lo de esta carrera es increíble y lo tenemos aquí al lado. Encontrar una cama en toda la comarca para esas fechas es casi imposible y yo me llevo un colchón en la furgoneta. La gente te va conociendo y te dejan agua o incluso conectar luz si lo necesitas. Muchos bajos están preparados ya para que podamos acceder a ellos y nunca falta alguien que te ofrezca ayuda».
Pero el gran premio leonés es solo la confirmación de un trabajo de meses. Gorras es tenaz a la hora de buscar mejoras para su Montesa: «Hablamos de motores viejos y no hay una tienda en la que puedas conseguir las piezas. Tienes que buscar y pensar en como puedes adaptarlas para mejorar el rendimiento. Por fuera, el motor debe mantener siempre el aspecto correspondiente a su época, pero dentro puedes hacer lo que quieras». Y como si de una receta de máximo valor culinario se tratara, Manuel no se corta en afirmar que los detalles de su moto son alto secreto: «Me han preguntado muchas veces que hay dentro de la Montesa, pero yo no se digo ni a mi mejor amigo. Llevo cosas, pero siempre pasa las verificaciones técnicas».
Todo por una ilusión, porque este mecánico ha sabido disfrutar de su pasión en una pequeña villa como La Bañeza, a lomos de una de esas máquinas con encanto, de las que añora todo motero de ley: «Cuando crucé la meta, delante de sesenta mil espectadores, siempre sentí una emoción grandísima, para mí fue un sueño cumplido».