
La naturaleza reconstruída por Christian Villamide se muestra en el Centro cultural Marcos Valcárcel
09 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.«El que nos encontremos tan a gusto en plena naturaleza proviene de que ésta no tiene opinión sobre nosotros», Nietzsche.
El artista Christian Villamide presenta Hortus conclusus en el Centro Cultural Marcos Valcárcel. Una revisión contemporánea del tema representado en el gótico internacional propio del arte sacro de la pintura del siglo XV. El «jardín cerrado, Hortus conclusus», se identificó con la virginidad de la Virgen y otras escenas marianas como la Anunciación y se inspira en el «jardín cerrado» referenciado como territorio íntimo y de pureza en El Cantar de los Cantares.
Hortus conclusus es un conjunto de intervenciones que dialogan y escenografían el espacio expositivo. Una reflexión sobre la acción destructiva del hombre sobre el medio con su colonización devastadora frente al entorno natural o jardín de pureza y como se transforma en hábitat corrompido por la intervención humana en los procesos orgánicos, convertido en medio mecánico y artificial.
Villamide construye y recrea un espacio ficticio como entidad, público y privado en cuanto que activa la memoria sobre paisajes preexistentes mediante una orografía genuina descrita sobre patrones de diseño.
Inmanencia intrínseca de una naturaleza que tiene su fin dentro de su misma. Del territorio anárquico y panteísta de exuberante paisaje primigenio a cuadrícula domesticada en las intervenciones, construcciones y deconstrucciones, muros y barreras, diques, cicatrices, grietas y heridas, destrucciones del paisaje en un intento por contener y ordenar la naturaleza a escala humana.
Naturaleza expresada en su magnitud, complejo de fenómenos físicos que se extienden en el espacio-tiempo a través de relaciones de causa-efecto, comprendiendo en ella los actos humanos.
Realiza un análisis formal desde un lenguaje conceptual, síntesis de procesos en la construcción de un paisaje artificial en constante metamorfosis cuya energía transforma escenografía en pulsión creativa mediante una doble articulación del lenguaje recreando en síntesis un nuevo paisaje ilusoriamente natural y un espacio para la acción.
El espectador se convierte en actor introducido en una obra diseñada para recorrerse. La farsa de la realidad reconstruida como experiencia artística desde el alejamiento emocional contemporáneo de una sociedad deshumanizada, fría, urbana, capitalista e industrial, cuyas agresiones se balancean como en un peritaje emocional cuando se enfrentan al espectador. En la serie Proyecto para restituir una montaña plantea un proyecto de reconstrucción ficticia del entorno natural en el equívoco de las sierras conocidas.
La magnífica plasticidad de sus Paisaxes cautivas en la reinterpretación de los materiales (mármol, acero) convierte el hábitat en paisaje atrapado mediante una serie de anclajes que impiden y corrigen la dirección natural vertical, forzados a mantenerse en la cuadrícula diseñada, instalados en la artificialidad de una naturaleza alterada por procesos inorgánicos. Una naturaleza domesticada, sometida. Formas de gran belleza en las estalactitas que, como puñales de hielo parecen bosques de coral que alteran su posición por la horizontal, ingrávidos y suspendidos de sus ataduras. Resulta de gran violencia expresiva Paisaxe cautiva VIII por los mecanismos sensoriales que activa en su iconografía sorprendente.
La reflexión sobre el conocimiento atornillado y esquinado en Ilustración activa nuestros sensores de defensa. La cultura aprehendida, reservada e inalcanzable es también manipulada y estéril si no llega al individuo. Libros contenedores del saber, conocimiento que intentamos encajar en su volumen extenso e ilimitado como la naturaleza en algo comprensible en palabras imprecisas. Radiografía de una sociedad embrutecida por la urgencia sin tiempo para la reflexión. En Hábitat restituido compone una especie de colaje de piedra de cuyo perfil aristado surge el paisaje sublimado.
Cabe destacar el uso expresivo del espacio como ente vivo y en transformación que ocupa columnas y paredes con elementos que alteran la verticalidad expandiendo el soporte a través del juego dialéctico que se establece en base a las sombras que condicionan el tránsito multiplicando las direcciones y densificando el espacio como la recreación de un paisaje en el que el espectador se ve inmerso y con una carga poética capaz de sortear la literalidad que profundiza en el espectador empujándolo a la acción. Cinco grandes impresiones muestran a través del tronco del árbol su epidermis estoica como metáfora de la vida.