










Tropas de romanos y castrexos evocan la historia local en la Festa do Esquecemento
26 ago 2019 . Actualizado a las 13:50 h.A solo una edición de alcanzar las veinte, la Festa do Esquecemento de Xinzo eleva su tirón explotando una particular paradoja: que uno de los acontecimientos históricos más destacados de la localidad nació en el miedo de los romanos de Décimo Junio Bruto a quedarse en el olvido tras cruzar el río Lethes. La cuestión es que aquel temor infundado dio paso al recuerdo de una anécdota intacta en el tiempo, y que este domingo revivió una vez más para regocijo de los vecinos y turistas que acudieron al festejo.
El concelleiro de Cultura, Ramiro Rodríguez, se mostraba complacido con el resultado. La organización de la Festa pasó dificultades años atrás, pero dice que «agora, está consolidada e case é a segunda en importancia e organización na localidade, así que imos seguir apostando por ela». Un año más, las tropas invasoras llegadas de Roma se encontraron con otro dilema, más allá del ya tradicional de si vadear o no el río: si el nivel del agua no les jugaría una mala pasada en su incursión.
«A mañá ameazaba tormenta, pero ó final todo quedou en algo de néboa e nubes», dice Rodríguez. Esa postal grisácea parece transportar a aquel año 135 antes de Cristo en el que, según la leyenda, los romanos decidieron seguir a su comandante, Bruto, después de que él diese el primer paso y constatase que no, que atravesar el río no provocaba pérdidas de memoria. Al otro lado les esperaban los limianos, que este domingo hincaron la rodilla tras organizar su resistencia y también una simpática puesta en escena que puso el colofón a tres días de jolgorio y alegría en las calles de Xinzo.
Las carrozas en Leiro
Al desfile de coches de época y carrozas de la Festa da Vendima de Leiro asistió el expresidente Mariano Rajoy como invitado de honor para leer el pregón. Fue otra de las citas clave en el calendario cultural del domingo ourensano, y tras lo visto en sus calles no defraudó. Entre los asistentes que bordeaban las vallas en la principal había algún que otro niño que se preguntaba quién estaba al micrófono y, a continuación, se ponía de puntillas para intentar comprender el jaleo cuando Rajoy concluyó: «¡Viva el vino de O Ribeiro!».
En la carretera, y pese al espacio acotado, había quien se afanaba en encontrar un hueco para grabar la asistencia de las autoridades, que contemplaban el paso inicial de las carrozas sin sospechar que algunas de ellas les invitarían a formar parte del espectáculo. Rajoy y Núñez Feijoo se vieron al poco rato acompañados en el palco por los participantes en el desfile, que invitaron a ambos a saborear algún que otro trozo de chorizo y el vino del Ribeiro.
Mientras, algunos vecinos aplaudían desde las alturas tras coger una visión privilegiada en las terrazas de sus pisos. Destacó el paso de un grupo de críos que, con una carretilla, cartón, unos cubos y un poco de pintura, improvisaron una máquina vendimiadora en la que echaban algunos racimos de uva ante la curiosidad de los asistentes.
El ambiente era muy similar al de las cabalgatas de los Reyes Magos, a la espera de algún caramelo que cayese desde las carrozas. Y no hubo dulces, pero sí una invitación al aplauso desde el público cuando Rajoy comentó, en alusión a su infancia en O Carballiño, que «aquí pasé algunos de mis primeros años, de los mejores. Por eso, además de pregonero, me siento profeta en mi tierra».