Benjamín Pérez, que trabaja en la avenida de La Habana, se jubila en octubre
08 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.Benjamín Pérez nació en el año 1956 en A Carballeira, allá por la zona de Os Peares. De familia numerosa, a los 13 años dejó los estudios para convertirse en cantante de orquesta. No fue algo que hubiese buscado, simplemente surgió «de forma circunstancial», como él dice. En su pueblo habían organizado un concurso de voz y Benjamín se alzó con el puesto de ganador. Desde ese momento, varias formaciones se pusieron en contacto con él y, finalmente, acabó como vocal en un grupo musical. «Ahí empezó mi ruta», señala, hasta los 22 años. «Lo dejé porque me aburrí, siempre era lo mismo. Al final decides cambiar porque eso no es vida. Me metí en otros berenjenales y enlazando unos con otros, mira, aquí acabamos, en el quiosco», explica. Entre medias, conoció a la que se convertiría en su esposa. A ella no le gustaba que su marido se dedicase profesionalmente a eso. «Sabía lo que había. Exactamente, como cualquiera, conocía cómo era la vida de un cantante. Pero a todo se acostumbra uno», referencia Benjamín. Cuando lo dejó, se le presentó la oportunidad de un nuevo trabajo: viajante. De embutido y de pastelería. Se recorrió Galicia y llegó hasta Madrid en tiempo de convenciones y excursiones. Otros oficios siguieron al de viajante: montador de ascensores, vendedor de coches en un compra-venta en la ciudad y finalmente, el quiosco. «Por circunstancias de la vida, un matrimonio estaba a punto de jubilarse y traspasaba el local. Mi mujer y yo concretamos y al final nos quedamos con el quiosco», relata Benjamín. En un principio, la compra la realizaron para que su mujer trabajase en el local, pues él contaba con otro trabajo. «Ella se hizo cargo hasta que falleció», rememora. Después, la hija de ambos se ocupó de regentar el local. «Llegó un momento en el que se casó e hizo su vida. Desde entonces, yo me ocupo», afirma el quiosquero.
«Mi vida es una historia». Así describe todo lo ocurrido durante sus 63 años de trayectoria. De su infancia solo guarda buenos recuerdos. «La vida de aquellas era muy bonita. Yo la he disfrutado mucho, sin excesos», afirma. Parte de esos años de juventud, Benjamín los pasó dentro del mundo de la noche y de las orquestas. Es por eso que sabe muy bien de lo que habla. Ahora, su vida ha cambiado radicalmente. Dedica todo su tiempo al funcionamiento del quiosco. De lunes a domingo, de siete y media de la mañana a dos y media de la tarde y de cinco y media a nueve de la noche. Un trabajo que requiere de una disponibilidad total y absoluta.
La herencia de su mujer
Benjamín, que pasó de viajar por toda España a gestionar un quiosco, asegura que el cambio fue muy grande: «Cuanto toda la vida estuve libre, toda la vida viajando, y de golpe y porrazo, me paso el día en el quiosco». La herencia que le dejó su mujer, el quiosco, se traspasa. Benjamín se jubila a finales del próximo mes de octubre y dejará de lado este lugar especial que forma parte de una etapa importante de su vida, «con sus más y con sus menos». Para él es un rincón agridulce, pero su rincón. Sus hijos tienen otra vida y no se harán cargo del negocio, pero él tampoco se lo recomienda. «No es algo que quiera para ellos. Si se pudiese avanzar, no habría problema. Pero es que esto va hacia atrás», indica desesperanzado.
El único respiro que le ofrece la atención absoluta que requiere el negocio, lo encuentra los domingos por la tarde. «Hay que disfrutar un poco de la vida, de lo poco que tienes libre. Sales a dar un paseo, y menos mal», comenta. Ahora, se jubila, y sus planes más cercanos son descansar y relajarse. «Después, viajar un poco y llevar la cosa lo mejor que pueda», asegura Benjamín.
«A los quioscos les quedan dos telediarios. La cosa cambió para mucho peor»
Las ventas de su quiosco han descendido en un 70 % en los últimos años. De saldar trescientas revistas Hola a la semana, a tan solo cuarenta. «El mercado cambió mucho, pero para peor», asegura. La llegada de Internet y de las informaciones digitales ha incidido negativamente en la situación económica de estos pequeños comercios. «A los quioscos les quedan dos telediarios. La cosa cambió para mucho peor», afirma Benjamín. Lo que los mantiene todavía con vida son los productos que se dedican en exclusiva a los más pequeños. Tiene un consejo para los que lleguen después de él: que se reinventen. «Deberían enfocar la venta de otra forma e incluir nuevos elementos, como los recuerdos de la ciudad, porque con la prensa y con las revistas no van a subsistir», advierte. «Y que cuiden el local, por la cuenta que les trae, pues los clientes no son los mismos que años atrás», aconseja Benjamín.
DNI
Quién es. Benjamín Pérez González nació en A Carballeira en el año 1956.
Profesión. A los 13 años comenzó a trabajar como vocal en una orquesta. Le siguieron otros oficios, como comercial en un compra-venta de coches o viajante. Ahora tiene un quiosco en la ciudad.
Su rincón. Elige el local en la avenida de la Habana, donde trabaja, como su lugar especial en la ciudad. «En él guardo muy buenos momentos».