Las otras vidas de los templos de la noche
Las discotecas que marcaron la noche en el cambio de siglo mudaron en locales vacíos o en hamburgueserías
En La Voz de Galicia desde el 2006. Especializado en temas económicos y subdelegado en la edición de Ourense.
«En la época más fuerte de las discotecas en la ciudad, la gente no quería salir del local porque sabía que si lo hacía tenía una cola para entrar de media hora o más». Con esta frase refleja Gonzalo Carballeda, uno de los empresarios más conocidos de la última época dorada de las discotecas en la noche ourensana, coincidiendo con el cambio de siglo. Nombres como Fifties -posteriormente Suites 212-, Capital, Mini Bar o 3A, forman parte del imaginario colectivo de toda una generación de ourensanos.
La que podría considerarse como la zona cero de este tipo de movida, hoy en desuso en la ciudad, se encontraba en las confluencias de las calles Ramón Cabanillas y Valle Inclán. El negocio de los locales abiertos hasta altas horas de la madrugada generaba un fuerte movimiento económico para los propietarios de los establecimientos, pero también para otros negocios como cafeterías que adelantaban su hora de apertura o para los taxistas. «En aquella época, la discoteca Suite la cambiamos de arriba a abajo cada poco tiempo. Se movía mucho dinero y la gente pedía cambios y renovaciones de manera constante. No así en Capital, que tenía una clientela muy fiel y que no quería que moviéramos ni una silla», recuerda Gonzalo Carballeda que estuvo al pie del cañón en ambos negocios hasta que comenzó el declive del sector. Tiempo antes de que estos dos locales se convirtieran en referentes, otro nombre triunfó en la noche ourensana: Plató. Situada en el parque de San Lázaro fue un punto de encuentro para jóvenes en la década de los noventa. Sus sesiones de domingo por la tarde eran el bautismo de fuego para muchos en el ocio de las discotecas.
«La gente no quería salir del local porque sabía que si lo hacía tenía una cola para entrar de media hora», dice el gerente de Capital
¿Qué fue de todos aquellos locales que animaron las noches en el cambio de siglo? En sus otras vidas han corrido suerte dispar, pero muy pocos mantienen la actividad como discoteca y los que lo hacen no tienen, ni de lejos, el tirón de público que tenían sus predecesores. En el caso de Plató, tras su cierre, pronto encontró inquilino y se reconvirtió en una cafetería de diseño denominada Central Park. El proyecto acabó de forma abrupta en el 2008 pasto de las llamas. Ahora, es el emplazamiento escogido por la franquicia de comida rápida Burger King. Ha sido, sin duda, la transición más exitosa. Otros locales permanecen cerrados y llenos de telarañas a la espera de inquilinos. Es el caso del antiguo Mini Bar (antigua Disco Chic) o del 3A (sala Troll en su última etapa). «Son bajos que tienen poca salida en el mercado. No son visibles para el público y las posibilidades de negocio son muy limitadas», explica un agente inmobiliario que tiene en su cartera de locales el del antiguo 3A. «Los dueños le han bajado ya el precio en varias ocasiones, pero no se cierra ninguna operación», concluye. Muy cerca de estos dos locales está precintada la discoteca Macao. Envuelta en polémica por una fiesta fallida de fin de año pasó por diferentes épocas de éxito, desde Dayamon hasta Suite 212 pasando por Fifties. También cerrada está Habitat, antigua Nexus.
En Ramón Cabanillas estaba una de las discotecas urbanas que más éxito y más tiempo funcionó en aquella época. Capital se convertía en un referente de la última hora. «Teníamos una legión de gente fiel. Cada noche de fin de semana las colas eran inmensas», recuerda Gonzalo Carballeda. Al igual que en la mayoría de los locales de estas características en aquel momento, el derecho de acceso estaba ligado al pago de una entrada que daba derecho a la consumición. «Teníamos dos ambientes, uno más de música de discoteca y otro más roquero. Y los dos funcionaban muy bien», señala. Fue de las últimas en bajar la persiana y desde entonces ha pasado ya por diferentes gerencias sin lograr una clientela fija. En la actualidad, está abierta bajo el nombre Evoli. A escasos metros se encuentra una cafetería especializada en pastelería y bollería artesanal. En su anterior vida era un after hour de ambiente latino.
Otra discoteca que no pudo sobrevivir a la crisis del sector y que se encuentra un poco más alejada del centro es la que en su última etapa se denominada sala Berlín -tuvo diferentes nombres durante su funcionamiento-. Situada en la zona de Carriarico, era un referente de la música en directo.
¿Por qué dejaron de funcionar las discotecas del centro? Salvo excepciones, como es el caso de la Luxus (antigua Bull), en Pérez Serantes, el resto han cerrado o malviven con problemas incluso para mantener su licencia. «Los pubs empezaban a cerrar cada vez más tarde y nos quedábamos sin negocio», señala Carballeda. La presión vecinal sobre este tipo de ocio nocturno, que genera ruido en el exterior, también está detrás de su declive, así como las nuevas formas de ocio o el mayor control que se ejerce ahora sobre los horarios.