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«Ahora mi madre me manda todos los días un vídeo cantándole a mi hijo»

Cándida Andaluz Corujo
cándida andaluz OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Santi M. Amil

Madre e hija compartieron pasión por la música y el espectáculo en varios grupos

06 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Son días de cantar desde los balcones, porque la música siempre ha sido portadora de felicidad. De eso sabe mucho Paqui Nieto, que desde que tenía pocos años recuerda ir a la tienda de su barrio tarareando todo tipo de canciones, sobre todo copla. Una pasión que heredó su hija pequeña, Ana. Ahora, confinadas en casa, la música sigue siendo su conexión con el mundo. «Ahora mi madre me manda todos los días un vídeo cantando a mi hijo, para que no la olvide», relata Ana. Paqui ha tenido que cancelar fechas de actuación. Desde hace más de 20 años ameniza con su voz fiestas y celebraciones. Dice que está triste y angustiada y que no falta a las citas de las ocho en la ventana. «Intentamos cooperar como todo el mundo», afirma Paqui.

Ella llegó a Ourense con diez años desde San Carlos del Valle, en Ciudad Real, de la mano de sus padres, que buscaban en la ciudad de As Burgas un futuro mejor. Se enamoró de uno de los chicos de la pandilla, lo conoció en la playa de Oira. Y se casó cuando sus padres regresaron a su tierra natal. «Era la única manera de quedarme aquí», explica. Trabajó en varios lugares, entre ellos en la confitería La Coruñesa, y a los tres años de casarse nació su primera hija, Almudena. Y, cuatro después, Ana. La pasión por la música y el cuidado de sus hijas eran parte de su vida. Pero todo cambió un día que acudió a un café en la calle Samuel Eiján, donde actuaba un dúo: Santi y Chicho. «Estando allí me animé a cantar con ellos. Me dijeron que acudiera al lugar de ensayo, yo tenía que hablarlo con mi marido. De aquella estaba totalmente centrada en el cuidado de mis niñas. Pero un día Chicho me dijo que se había separado de Santi y que si quería acompañarlo». Y dijo que sí. Comenzó actuando en restaurante y bodas. Y, cuando se dio cuenta, todos los fines de semana del año. Ana era entonces muy pequeña y recuerda la falta de su madre. «Al principio lo llevaba algo mal», dice la hija. Paqui tenía entonces 41 años y había encontrado el camino de la felicidad. Cantar, afirma, es algo natural en ella. Y, lo mejor, ver la alegría de la gente. El dúo Paqui y Chicho duró 15 años, hasta que él se jubiló. Y los dos últimos, Ana ya formaba parte del grupo. Estaba haciendo prácticas en una gestoría, antes ya había estado muy ligada al deporte y también le gustaba cantar. «De joven estaba en la habitación y grababa mis canciones. Enseguida vi que teníamos mucha complicidad, no necesitábamos ni ensayar». Tenía 22 años cuando comenzó a acompañar a su madre a las fiestas de verano por toda la provincia. «Vocación siempre tuve, pero al principio lo peor era la vergüenza. No creo que sea una gran cantante, como mi madre, pero tengo un complemento que es el baile». Al jubilarse Chicho, Paqui y Ana necesitaban un músico. Se pusieron en contacto con Armando Ojea y formaron el grupo Pachán, activo hasta que él entró en el gobierno local de Ourense como concejal. Los tres formaban el trío perfecto y, para Paqui, conseguir esa conexión es indispensable. En ese impás, Ana fue madre de un hijo y aunque estuvo hasta los 8 meses de embarazo actuando, «porque lo llevaba muy bien», ahora se dedica a su familia. Mientras, y hasta decretarse el estado de alarma, Paqui siguió siendo fiel a su cita con los mayores en el centro social de As Camelias y con las fiestas donde la llamaban. Y Ana no descarta, en unos años, volver a subir al escenario.

Trayectoria. Paqui Nieto empezó a cantar de forma profesional a los 41 años, junto a Chicho con quien formó un dúo. Dos años antes de que este se jubilara, Ana se unió al grupo. Hace 15 años, junto a Armado Ojea, formaron el trío Pachán, que paró su actividad con la entrada de este en la política.

Una vocación que, además, lleva alegría a aquellos que las rodean

Es más una vocación que una profesión por eso, afirman Ana y Paqui, las reuniones familiares son una fiesta. Y ya lo eran cuando la madre era pequeña. «Mi abuelo eran cantante flamenco, de cante jondo, y a una de mis hermanas le gustan las seguidillas y tarantas, pero yo soy más de copla», dice. Y, actualmente, su nuera es cantante de orquesta y uno de sus yermos toca varios instrumentos. Pero la conexión más importante, musicalmente hablando, es con Ana. «Durante 16 años todos los fines de semana he estado con ella y se comparten muchas cosas. Lo hablas todo, aunque no quieras, porque hay muchas horas de espera. Hay días malos y buenos. Y los compartimos todos», explica la hija.

Ambas hablan de las diferencias entre las orquestas y los dúos, sobre todo por la cercanía con el público y la parte de psicólogas que deben tener. «Las orquestas tienen un repertorio y están lejos de su público. Nosotros casi los tocamos, y nos tocan, y vamos cambiando según vemos cómo reaccionan y qué cosas les gustan. A veces hay que ser pacientes y, sobre todo, hacer que se lo pasen bien», explica Paqui. Y si tienen un público agradecido, esos son los mayores: «Un día fuimos a un pueblo y le dije a mi madre que se acercara a una mujer que estaba en una silla. De repente vimos a sus familiares llorar. Tenía alzhéimer y estaba cantando El emigrante perfectamente. Fue impresionante».

Ahora toca quedar en casa y Paqui no puede acudir como hacía todos los sábados a As Camelias donde sus seguidores, alguno con más de 80 años, la esperaban para bailar, para sentirse alegres y libres. Ella dice que quedan poco para dejar todo y dedicarse a su nieto. Pero nunca dejará de cantar.