Este año se conmemora el día mundial de la arquitectura en un contexto drásticamente distinto al habitual. Tras meses conviviendo con una pandemia inesperada y confinamientos periódicos, parece haber resurgido un debate tan antiguo como necesario: las formas de habitar y su repercusión en la sociedad.
Al fin y al cabo, en las situaciones más desfavorables es cuando nos damos cuenta de lo realmente importante: la salud, la seguridad, el bienestar… Quizás por este motivo la rehabilitación cobre tanto sentido. El aprovechamiento de inmuebles olvidados, muchos de ellos en entornos más confortables y en contacto con la naturaleza, deja hoy en día de ser una quimera gracias a las ventajas que nos proporciona Internet, el teletrabajo o una red de transportes más accesible. Las nuevas tecnologías, usadas correctamente, mitigan los inconvenientes de la deslocalización. Al igual que las técnicas constructivas actuales facilitan la reconversión de elementos obsoletos. Lo antiguo y lo moderno no tienen porqué estar reñidos, todo lo contrario, nos pueden ayudar a aprovechar elementos existentes sin tener que explotar más recursos limitados.
Así mismo, la rehabilitación cuenta con algo que la hace diferente. Es el arraigo a ciertos lugares, lo que devuelve a nuestra memoria el recuerdo de tiempos pasados. Emplazamientos con unas características únicas e irreproducibles.
Es vital la puesta en valor de este tipo de intervenciones, que no se limitan al elemento construido, sino que se relacionan con el entorno. La sucesión de espacios interiores y exteriores y la adecuación entre ellos se antoja indispensable en una nueva realidad. Lejos de verla con el pesimismo que acompaña a estos tiempos inciertos, debemos aprovecharla como una oportunidad histórica de reinventar las formas de vivir.
La sociedad debe apropiarse de conceptos como reutilización, sostenibilidad, eficiencia energética o el respeto al medio ambiente. Cada individuo tiene el derecho de demandarlos y hacerlos suyos, al igual que los arquitectos tenemos el deber de transmitirlos y adaptarlos a las necesidades de cada uso a través de soluciones espaciales de calidad y flexibles. Nadie sabe a ciencia cierta el devenir de los tiempos, lo que sí podemos anticipar es que nos encontramos ante un indiscutible punto de inflexión. Precisamente el pasado, con sus enseñanzas, puede ayudarnos a superar los errores cometidos para diseñar un futuro mejor.
Cuando todo esto pase solo permanecerá la memoria.
Pablo López Prol es arquitecto