
La ourensana Sinda Piñeiro se jubila y a su local llega una carnicería halal
12 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.La carnicería Piñeiro abrió sus puertas en 1974. «La abrieron mis padres cuando regresaron de Suiza, a donde emigraron cuando yo era una niña», dice Sinda Piñeiro. Diez años más tarde y teniendo tan solo 25, esta ourensana se puso al frente del negocio familiar. Detrás del mostrador del pequeño local situado en la calle Peña Trevinca pasó casi cuatro décadas que este 2020 llegaron a su fin. Al principio guiada por su madre, de la que aprendió lo más importante sobre carnes y cortes, y al final, en las épocas de mayor demanda, ayudada por su marido ya prejubilado. Precisamente fue él quien la animó a dar el paso y retirarse. «Al final tener un negocio propio ata mucho. Mi marido quiere que viajemos y que hagamos planes juntos y lo cierto es que ya era el momento de parar», afirma Sinda.

Es el tiempo de ir a ver a su hija y a su nieta a Barcelona y de cocinar para su hijo, algo que le encanta y que, cuentan los que la rodean, se le da muy bien. «Me encanta elaborar platos distintos. Rollo de ternera, chuletillas de cordero, cocido o albóndigas; hago de todo», dice. Aunque admite que se queda con la cualquier carne que esté pegada al hueso: «Creo que es la que está más rica. Es muy sabrosa». Sinda supo muy joven que quería ser carnicera y todos sus años en Piñeiro se enorgullece de no haber cogido ni una sola baja. «Viví en la carnicería toda mi vida porque siempre me encantó mi trabajo, la verdad», afirma. ¿Lo que más? Sus clientas. «Hay personas a las que he servido cada semana desde 1984. Conozco a sus hijos y a algunos nietos. Se han convertido en amigas y aún ahora me llaman para que les recomiende qué comprar de cara a Navidad», cuenta. Nada más salir a la calle, la para un matrimonio para saludarla con cariño y preguntarle por la mejor opción para un asado. Y es que precisamente las recomendaciones eran una de las claves en la atención de Sinda. «Me gustaba hablar con cada cliente. Saber qué quería cocinar y darle el mejor producto. Siempre tuve carne de calidad y de aquí. Los terneros eran de Montederramo y los pollos de Coren, por ejemplo, y eso lo agradecían y lo valoraban mucho», recuerda. Por muchos motivos, su carne estuvo presente en la mesa de la mayoría de vecinos del barrio de San Francisco.

Apta para musulmanes
Ahora Sinda da el relevo en su local a un joven matrimonio natural de Marruecos que acaba de abrir una de las carnicerías más especiales con las que cuenta la capital ourensana. Se trata de una halal, en la que venden carne apta para musulmanes. «Según nuestra religión no podemos comer cerdo, pero sí cualquier otro tipo de carne siempre que el animal haya sido sacrificado siguiendo el rito halal», explica Mohamed Ennasery. El animal ha de ser degollado con la cabeza orientada hacia La Meca y se ha de esperar a que se desangre por completo. «Nosotros entendemos que en la sangre está la vida y el alma de cualquier ser vivo y tiene un valor sagrado», explica. Él y su mujer, Fatema Mouissoui, están felices de haberse atrevido a poner en marcha su propio comercio. «Intentamos luchar y seguir siempre hacia adelante. Es cierto que acabamos de empezar y esperamos que la cosa mejore poco a poco», apunta Fatema. En su carnicería tienen pavo, pollo, conejo, cordero o ternera, entre otros, que consiguen gracias a un distribuidor lucense, para el que Mohamed trabajó durante años, quien ya era carnicero en Marruecos: «Como mi padre». También venden productos típicos de su país, de Egipto o del Líbano: aceite de argán, mezclas de especias, henna, tajín, vasos y jarras de té, alfombras y hasta maquillaje. No falta el embutido. Hay jamón, chorizo y un montón de tipos de mortadela. «Allí se come muchísimo si es halal, claro», apunta este carnicero. La tienen de pollo, de pavo, con aceitunas y hasta picante. Todo con muy buena pinta, ahora toca probarlo.