El árbol de la sangre

tareixa taboada OURENSE

OURENSE

Exposición de Fiz Valcárcel en el centro cultural Marcos Valcárcel
Exposición de Fiz Valcárcel en el centro cultural Marcos Valcárcel Iria Rodríguez

El retorno plástico de Fiz Valcárcel, en el centro cultural Marcos Valcárcel

14 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«Recordé mi infancia y dibujé mi casa y esa casa soy yo. Yo, con mis contradicciones y con las piezas que son la trayectoria de mi pensamiento». Etienne Martin.

Casi medio centenar de piezas iluminan la Sala I del Centro Cultural que lleva en su nombre el recuerdo de su hermano. Reencuentro con la memoria y la figuración en una exposición que combina una parte retrospectiva vinculada a la plástica del período comprendido entre 1974 y 1987 y obras recientes de los últimos cinco años que completan la colección Cara á estrema do eido.

Fiz, que participó en los primeros movimientos de Vanguardia gallega junto a Laura Álvarez, Antón Patiño, Antón Sobral o Ignacio Basallo, entre otros, con un discurso común que reflexionaba sobre identidad y el poder transformador del arte en la sociedad con manifestaciones experimentales que enfrentaban figuración y abstracción en los distintos diálogos plásticos que se establecían entre las diferentes personalidades y lenguajes.

Cabe destacar, perteneciente a este período vanguardista, las obras O Preso y Emigrante, ambas datadas en 1974 y en las que se desprende un claro componente ideológico que viene marcado por el compromiso intelectual, personal y plástico, y un presente existencialismo definido por la hipertrofia figurativa de corte expresionista y convulso dominante en ambas composiciones, así como la intensidad protagonista de la figura recortada sobre un fondo trabajado de manera temperamental y emocional en los arañazos y tachas automatistas y que dibuja estrellas en un cielo ingenuo y románico que se derraman como la noche. Simbolismo poético y nostalgia. Neofiguración expresiva que libera colores y líneas sinuosas para afinar su propia imagen subjetiva, metamorfosis y retratos individuales o de grupo organizadores de un universo de alta densidad emotiva y poética desde el sentido de la felicidad y la vida que exorciza pequeñas angustias que subyacen en la fusión de motivos y en unos fondos planos que crean espacios agorafóbicos exentos de referencias contextuales y una pincelada agitada que combina apuntes expresionistas con miradas de un realismo íntimo y un refinamiento meticuloso con una búsqueda constante hacia la perfección.

La obra expuesta de la década de los 80 introduce elementos distorsionantes que hacen de estas piezas obras sorprendentes: Elas Calan o Muller Sentada. Estos elementos perturbadores resultan magníficos en los retratos colectivos: Escea en colmea I y Escea en colmea II. En algunos de estos hipertrofiados rostros se atisba un vitalismo cromático rotundo, ecos diluidos de Bacon en celdas, movimiento y desfiguración, fragmentos de anatomías que atraviesan las retículas e isobaras con dobleces, hombres y ratas, mujeres y pájaros.

Define la imagen de la fibra humana a través de la representación plana de una idea sujeta a la bidimensionalidad de la superficie plástica en un instante que no evoluciona, congelado para perpetuarse como rescatado de la memoria, de un Eido que es a la vez lugar y tiempo. Posicionamiento.

Rescata el modo de ver del artista, ir más allá de la realidad que marca el espectro visible con un modelo de representación en el que sitúa las figuras de frente de manera que escrutan atentamente al espectador en un acto de curiosidad infinita como la del artista al dibujar, descubriendo el significado de lo que existe y de lo que prevalece detrás de la mirada. Maternidades, grupos de matiz escultórico en los que los personajes no se relacionan pero se sitúan en idéntico plano de importancia, un retablo o paño escénico de múltiples interpretaciones. La imaginación y la ironía consagran su presencia en el esperpento; la dualidad expresiva en la dulcificación de los rostros femeninos, atención al detalle y elegancia de la figura y el gesto, la indagación en el aspecto psicológico para representar las emociones que se perturba con las presencias de orden surrealista como El lagarto, El Bocaberzas o El Mino. El Bocaberzas se presenta como un íncubo grotesco detrás de la mujer mientras que Mino se relaciona directamente con ella en un gesto de ternura hacia el moribundo. A estos personajes se les añade el efecto misterioso de las cajas vacías o con ojos y otros objetos inquietantes que se perciben en algunas de sus obras como elemento distorsionante. En los retratos de Las estaciones, remite a la paleta mágica de Xaime Quessada y a una figuración desvaída y desdibujada de Marieta en la que la línea de contorno se define sobre las zonas de color que dotan de volumen a las presencias representadas.