El ourensano que surfea la Costa da Morte

Pablo Varela Varela
Pablo Varela OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Rodrigo Vales, a la derecha, dirige una escuela de surf en Nemiña (Muxía)
Rodrigo Vales, a la derecha, dirige una escuela de surf en Nemiña (Muxía) CEDIDA

«Estamos en una esquina. Poder vivir en Europa sin masificaciones es un privilegio», dice Rodrigo Vales, con raíces en Beariz y dueño de una escuela de surf en Nemiña (Muxía)

16 feb 2021 . Actualizado a las 09:59 h.

«Aquí no hay sensación de pandemia, somos muy poquitos». Rodrigo Vales, de 44 años, es hijo de la emigración ourensana en México y de Beariz por sentimiento. Allí está censado y también ha domiciliado su empresa, una escuela de surf ubicada en la salvaje playa de Nemiña (Muxía), en el corazón de la Costa da Morte.

Vales se crio en Vigo, donde estudió mientras llegaban a Patos los primeros intrépidos de las tablas. «No tenía nada que ver con lo de ahora. En la actualidad hablamos de un motor económico y turístico que mueve muchísimo dinero», compara. A principios de los noventa, la Galicia surfera estaba más marcada por zonas y lanzarse a la carretera era menos común. «No había smartphones, ni tampoco más mapas que la Guía Michelín», recuerda. Pero en una de sus aventuras, se plantó ante el faro de Fisterra y se propuso recorrer toda la costa hasta llegar a Coruña. Ocurrió que, a pocos kilómetros de allí se encontró con Nemiña, donde echó raíces. «Me dije: ‘Aquí es donde yo podría vivir'. Ahorrando, y trabajando en otras escuelas de toda España, conseguí abrir un campamento», explica.

Han pasado ya ocho años desde que puso en marcha La Surf House pero no olvida su casa. «Me considero de Beariz. Es a donde me trajeron siempre mis padres desde que nací, aunque estoy enamorado de Nemiña y sus vecinos», cuenta. La ciudad más próxima está a hora y media en coche y, antaño, los residentes cambiaban las señales de sitio para que más de uno se despistase y, así, pudiesen mantener su pequeño paraíso intacto. «Estamos en una esquina. Aquí hay más vacas que personas. Y poder vivir en Europa sin esta masificación es un privilegio», dice satisfecho.