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Marisa Gómez y María Luisa Rodríguez son dos mujeres trabajadoras y dulces como el cruasán por la igualdad que ha elaborado Anduriña
06 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Existen muchas formas de conmemorar el Día de la Mujer, incluso de manera simbólica en este año que está marcado por la pandemia. La confitería Anduriña ha creado unos cruasanes morados como guiño a esta fecha tan señalada en todos lo que persiguen el camino hacia la igualdad. Están hechos con arándanos, llevan un relleno de mus de frutos rojos, lima y Amaretto y por fuera una cobertura de chocolate blanco crocanti. Además de venderlos en su obrador, en la carretera de Rairo, los cruasanes podrán degustarse en La zapatería del abuelo, en la rúa da Paz, tanto el lunes, el propio 8M, como este domingo. Y lo cierto es que el resultado ya ha conquistado a dos clientas muy especiales de la cafetería ourensana, Marisa Gómez y María Luisa Rodríguez. Estas dos mujeres, que ya superan los 80 años y los llevan de maravilla, son amigas desde el colegio, fueron juntas a Carmelitas, y siguen quedando cada día para desayunar. «Bueno, es una forma de hablar porque normalmente tomamos solo cafecito porque desayunamos en casa, pero a nadie le amarga un dulce y estos cruasanes están exquisitos», dice María Luisa. «Lo cierto es que nosotras consideramos que el día de la mujer tiene que ser todos los del año. Nos encanta el detalle de conmemorarlo, claro, aunque eso sí, mejor con pequeños gestos para evitar cualquier problema mayor con el covid-19», apunta Marisa. En su caso nació en Ourense en 1941, estudió Magisterio pero, cosas de la vida, terminó trabajando en las oficinas de Coren durante más de 35 años. No se casó ni tuvo hijos. «Es algo que nunca me interesó y aunque sí recibí comentarios bromistas entre mis allegados, lo cierto es que ejercí mi libertad y estoy muy feliz por ello», dice. Ahora tiene pareja pero están «cada uno en su casa que es mucho mejor».
María Luisa (Ourense, 1939) sí se casó, tuvo tres hijos, que le dieron tres nietas, y en el 82 se separó. «Yo era funcionaria de Emigración y viví épocas muy duras en este sentido. Siempre tuve mi nómina y eso es lo que me dio independencia y el coraje para decidir separarme en su momento», explica. Ella destaca que precisamente la falta de esa independencia económica era una de las enormes desigualdades de su época. «Creo que es un gran avance en la sociedad. Nosotras trabajábamos fuera de casa, pero dentro también, y ahora en ese aspecto se ha evolucionado y las tareas están repartidas», apunta.
Se describen a sí mismas como mujeres independientes. «Para ser iguales hace falta ser libres y esa libertad en nuestra época se regía por la capacidad económica en muchas ocasiones», afirma María Luisa. Estas dos amigas, joviales, pizpiretas y llenas de sentido del humor, no se ponen mérito. «Las dos somos hijas de mujeres trabajadoras. Mi madre tenía un negocio y la suya era maestra, así que en nuestro caso no había duda, nos dieron la libertad y el trato igualitario por el que ellas mismas habían luchado», explica Marisa.
Aún así, las dos admiten que hay muchas cosas que han cambiado para mejor. «Por ejemplo, en nuestra juventud teníamos que escondernos de nuestros padres para ir a tomar algo porque no era decente que dos chicas anduviesen por ahí. O salir a la calle solas, siendo mujeres, era casi impensable», recuerda Marisa. Hay otras cosas que todavía han de cambiar. «Sin duda no hemos alcanzado la igualdad total. Ni en los sueldos, ni en los cargos que desempeñan las mujeres y los hombres. Hemos avanzado, claro, pero queda mucho por andar», continúa la ourensana. «Nosotras no podíamos tomar algo en la barra, imagínate cómo cambió la cosa», resalta María Luisa. Puede que por eso hoy en día no perdonen su café diario, aunque a estas alturas prefieren estar sentadas a la mesa. «Nos encanta quedar para charlar y disfrutar de un ratito juntas», dice Marisa. «No mucho, porque luego cada una tiene que organizar su casa y preparar la comida, como siempre», añade María Luisa. Les encanta viajar, tanto con el Inserso, como con un pequeño grupito de amigas. Marisa es la que conduce: «Estoy deseando que vuelva esa normalidad». Y siempre que todavía quedan comparten un cruasán, estos días será el morado: «Por supuesto, y en dos mitades iguales». Como tiene que ser.