A pocos metros de los muñecos enxebres, un trío de adolescentes podían pasar por mecos de la era actual: inmóviles, enfrascados en sus pantallas
02 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Miércoles de Ceniza. Vuelve la ansiada lluvia después de tantos meses de sequía y, casi, se acaba el carnaval. Finalmente lo hubo, sin muchas convocatorias oficiales pero la gente al menos pudo salir a divertirse después de la pesadilla del covid. Los mecos poblaron la provincia, con arte ancestral y mensajes satíricos. En Laza convivían los tradicionales, con recado para las mascarillas de Ayuso, con los teléfonos móviles. A pocos metros de los muñecos enxebres, un trío de adolescentes podían pasar por mecos de la era actual: inmóviles, enfrascados en sus pantallas. Al fondo, el sonido de las chocas de los peliqueiros. En la plaza de A Picota, charanga, carreras y más móviles para que quede constancia virtual de que allí estuvimos. Mientras la provincia se desparramaba con la alegría carnavalera y nos olvidábamos por unos días de la pesadilla sanitaria, estalla con crudeza una guerra que parece lejana pero no lo es. Tenemos entre nosotros en Ourense un centenar de ucranianos que sufren por sus familias atrapadas entre bombardeos y por la democracia y la integridad de su país. Esos móviles que transportaban a los jóvenes del entroido de Laza a sus mundos 3.0 de juegos y redes sociales también nos acercan a nosotros el dolor de esos ciudadanos europeos, atacados por sus vecinos por orden de un malvado mandatario. No lloraremos por la sardina y el entroido que se acaba. Nos queda llorar por las vidas que se están perdiendo en el este de Europa. Y ojalá pudiésemos quemar ya a ese meco malo pero real, de nombre Vladímir Putin, que empuja a los rusos a pisotear a sus hermanos de Ucrania.