Durante los días recientes abuso de mi última lista de reproducción. Y, para dar pistas, indico que la titulé Clásicos. La configuración responde a mis ganas de escuchar una serie de canciones que ya casi nadie reproduce, como el mítico tema que Bob Dylan aportó en los primeros años setenta a la película Pat Garrett y Billy el niño. Una de vaqueros dirigida por Sam Peckinpah, con James Coburn y Kris Kristofferson como estrellones de la época.
El bueno de Zimmerman (como registraron a Roberto al nacer) demostró con composiciones de este calibre que su arte iría más allá del tiempo, porque pocos podrían adivinar a día de hoy que la escribió hace casi cincuenta años.
Es verdad que la tonada me sigue recordando aquellos escenarios polvorientos, poblados de hombres duros y con armas de fuego a mano, incluso antes de verse obligados a resolver sus cuitas a golpe de plomo. También me encaja como fondo a un sueño muy actual, que desemboque finalmente en un éxito de entorno celestial. Como el del Club Ourense Baloncesto, que esta semana inicia su nuevo desafío en la competitiva LEB Oro. No parece el proyecto megalómano que enarboló en su día Pedro Fernández y quizás sea más pragmático. Sergio Pérez y el asturiano Guillermo Arenas son dos personas con los pies en el suelo y mucho baloncesto en sus venas. Además son sabedores de los límites de un torneo con muchos gigantes dispuestos a dar el salto a la ACB. A partir de ahí, hagan juego, señores. ¿Por qué no seguir llamando a las puertas del cielo? Solo así se abrirán algún día.