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Miguel Ángel Solá: «La obra es un drama con humor muy ácido, donde el público se ríe entre dientes»

x. m. r.

OURENSE

cedida

El actor y Paula Cancio llegan a Ourense con «Doble o nada», un montaje de afectos, presiones y mucha tensión

01 dic 2022 . Actualizado a las 19:19 h.

Un texto que comenzó su andadura con mal pie se ha convertido en una propuesta escénica premiada y reconocida por público y crítica. «Doble o nada», que se puede ver viernes y sábado en el Teatro Principal de Ourense (20.00 horas), propone una historia de tensiones, pasión, retos, mentiras y poder. El director de un importante medio de comunicación debe dejar su puesto a uno de sus dos subdirectores: Beteta lo es de la edición en papel y Miky es la responsable de la versión digital. El que no resulte elegido será despedido y se tendrá que buscar otro trabajo. Sobre el escenario Miguel Ángel Solá (el director) y Paula Cancio (Miky).

—¿Segundas partes sí que fueron buenas?

—Y tanto. Originariamente se titulaba «Testosterona» y no era nada atractivo el asunto: con ese lema se anunciaban muchos clubes de chicos y además la palabra no resultaba atractiva. Propusimos el cambio a la autora y empezamos en esta nueva y exitosa etapa.

—¿Hombre o mujer? ¿Papel o digital?

—El director no tiene ese conflicto. Ya se ha decidido. Pero tiene que someter a prueba a la persoa que ha elegido para ver cómo reacciona y valorar cómo puede ser el futuro.

—Uno de los dos se va. ¿La presión afecta al resultado?

—La presión, el poder, la amenaza... todo influye. Es fundamental constatar hasta que punto una persona puede ser manipulada o cómo aprender a hacerlo, a manipular, por un método veloz. Cuando te ponen en un dilema la fidelidad depende de la actitud de cada uno. La obra incide en la controversia y en las contradiciones.

—¿El género influye?

—«Doble o nada» es una propuesta muy tramposa, como las grandes obras clásicas. Es un drama con humor muy ácido donde el público se ríe entre nervios. Durante la representación, que dura más de hora y media, el espectador va cambiando de bando y de opinión. Por momentos está con uno y condena al otro, y luego al revés. Ahí está la clave, lo que te atrapa. Nada es inocente y, en el fondo, lo que ocurre aquí es lo mismo que puede pasar en cualquier otra parte.

—Éxito en Argentina, premios, varias temporadas... ¿El cambio ha sido satisfactorio?

—Cuando iniciamos esta nueva etapa Quique Quintanilla, que fue director y falleció, nos puso en el camino. Cada función debía olvidarse tras la representación, nada se recordaba o se fijaba. Y al día siguiente a empezar de cero.