Nunca me gustó la demoscopia. Supongo que tuvo mucho que ver con eso una profesora de la facultad. También mi incapacidad para contestar a preguntas complejas con un sí o un no o para puntuar algo con una simple cifra. Teimas personales a un lado, la demoscopia se puso en mi camino laboral en forma de encuestas electorales como la que este fin de semana publica La Voz. Los sondeos son solo eso, sondeos. Pero sirven para hacerse una idea de por dónde van los tiros políticos. Una virtud de las encuestas (en realidad, de la lectura de las encuestas) es que son proporcionalmente tan válidas para los que salen guapos en la foto como irrelevantes para los que salen poco favorecidos. En realidad, en lo que a política se refiere, ya estamos más que acostumbrados al «como te digo una cosa, te digo la otra».
La ciudad de Ourense lleva unos años rompiendo su propio molde, también en lo que se refiere a las sondeos electorales. Lo que la demoscopia no fue capaz de prever, por mucho que se aproximase al número de concejales de cada partido, fue que Jácome fuera alcalde. Y el regidor quiere repetir. Así está, desde hace unos meses, pico y pala, de forma literal y figurada. Parte de la ciudad es una obra en sí misma y nunca tantas orquestas tocaron. Lo dicho, martillo pilón.
Y las encuestas sí recogen ese efecto. Jácome resiste, manteniendo prácticamente los mismos concejales que en el 2019. Aunque suspende, y la de su gobierno es la peor calificación de las ciudades gallegas, ha ido subiendo su nota. Y si uno va al detalle, quienes lo aprueban —y no con un cinco pelado— son los jóvenes. Ya me gustaría a mí preguntarle a mi profesora cómo se mide el efecto orquesta (llámese Panorama, París de Noia, Mägo de Oz u Omar Montes). Eso no hay temario que lo contemple.