Tardó alrededor de siete años en devolverle la vida a un pueblo en el que vivieron sus antepasados. Ahora el proyecto es todo un éxito
15 ene 2023 . Actualizado a las 13:11 h.Carlos Rodríguez nació, se crio y vivió en San Miguel de Congostro, un pequeño pueblo del concello ourensano de Rairiz de Veiga. Allí fue observando como muchas aldeas iban quedando despobladas y las casas, que un día estuvieron llenas de vida, acababan en ruinas. Esta situación le hizo pensar y sintió que tenía que hacer algo para solucionarlo.
Se empezó a interesar entonces por Santo André, un pueblo situado a tan solo ochocientos metros del suyo, y en el año 2000 compró una casa para restaurarla y convertirla en su vivienda. Sin embargo, sabía que no era suficiente. «Tiña a gusanillo do turismo rural porque coñecía moitas experiencias. Entón din un paso máis e solicitei unha axuda o Programa Leader. Pero ó cabo duns meses chegou denegada por falta de fondos», confiesa Carlos.
Decidió entonces buscar otras soluciones, para hacer realidad su sueño: convertir Santo André en una aldea rural y ponerla en el mapa de muchos turistas. «Ocurriuseme falar cas netas e co neto dunha das señoras que abandonara o pobo facía dous anos. Propúxenlles crear unha sociedade e entre os catro montar unha empresa para rehabilitar a aldea completa», explica. Aunque al principio la idea cuajó estupendamente, a los dos meses le dijeron que no porque lo veían muy complicado. «De súpeto quedei eu só con todo totalmente deshabitada e as casas derruídas», lamenta.
Este nuevo golpe solo le hizo coger más fuerzas para seguir intentándolo. «Tratei de comprar o resto das propiedades da aldea e non parei ata conseguilo no 2005. Foi moi difícil porque eran cinco propietarios diferentes e non se querían desfacer das propiedades aínda que estivesen en ruinas. De feito, a última casa que conseguín, aínda a puxen ó meu nome fai uns meses», indica Carlos.
Justo en el momento en el que logró adquirir la mayoría de los terrenos de Santo André, la Consellería de Turismo lanzó una primera convocatoria para hacer aldeas rurales. Parecía que la suerte empezaba a jugar a su favor y no dudó en presentar el proyecto. «Concedéronme unha axuda de 92.000 euros, repartidos en tres anualidades», explica.
Empezó entonces a organizar el proyecto para poder compaginar las obras con su trabajo como técnico forestal. «Falei con Ernesto, un veciño que vive en Congostro dende fai dous anos, pero que estivo toda a súa vida en Francia traballando na construcción. Pregunteille se el podía empezar as obras e rematalas e díxome que si», aclara Carlos. Desde entonces, durante cuatro años Ernesto se encargó de levantar cada una de las casas que ahora conforman la aldea, mientras que Carlos le ayudaba los fines de semanas, los días festivos y durante sus vacaciones.
Posteriormente, dedicó otros tres años a decorar el interior de cada casa y todo el entorno de la aldea. «O proxecto levoume arredor de sete anos en total. Empecei as obras no 2005 e converteuse definitivamente en aldea rural no ano 2012», explica.
Aunque al final todo salió bien y actualmente el proyecto es un éxito, Carlos recuerda esa etapa como muy dura y difícil: «Foi a ilusión o que me fixo tirar para adiante, porque moralmente non me axudou ninguén nin a familia, nin as persoas máis achegadas. Decíanme que estaba tolo, que non o fixera, que non o ía conseguir. Só me apoiou un amigo: Joao do Campo da Fonte».
Ahora, Carolina y Fernando, una pareja madrileña, son los que se encargan de gestionar la aldea. En el año 2018, después de disfrutar diez días de vacaciones allí, surgió la idea y Carlos, que quería cambiar su estilo de vida, se la alquiló. «Comenteille que tiña moitas ganas de ir vivir a Cuba. Non tiña unha data establecida pero quería marchar. Como eles tamén estaban moi estresados en Madrid e querían iniciar unha nova etapa viron aquí unha boa oportunidade».
Por su parte, Carlos continúa viviendo en Cuba, feliz y tranquilo. «Para min o mais importante e que eles se enamoraron do lugar dende o primeiro momento. Sei que a miña aldea, a que tanto esforzo me costou e que tantos problemas me xerou a nivel persoal, está ben coidada. Confío plenamente neles porque tratan todo como se fose seu», comenta emocionado.
Al final, con ilusión y esfuerzo consiguió algo impensable. Su dedicación es un ejemplo a seguir. «Os que me chamaban tolo por empezar o proxecto de rehabilitación da aldea, posiblemente, agora, digan todo o contrario», concluye.