Cada uno reacciona de una manera cuando lo pillan con las manos en la masa. De pequeña, si rompía algo, recogía los trocitos y me iba sigilosamente, dispuesta a no confesar. Según pasaba el tiempo —podían ser solo cinco minutos— la culpabilidad iba asomando. Así que decía: «Creo que hay una figura rota en el salón». La frase era el equivalente a una declaración firmada.
Hay quien tiene más sangre fría, resiste y hasta se libra del castigo. Y quien tiene menos y lo reconoce al momento. También están los que le echan la culpa a otros. Es el caso del alcalde de Ourense, Gonzalo Pérez Jácome, que no solo cree que él lo hace todo bien sino que cuando resulta evidente que no, no tiene problema en señalar con el dedo, con lo feo que está. Es probable que de tanto repetir sus excusas —incluso sus mentiras— se las llegue a creer. Qué peligroso.
Cuando todavía no ha aclarado quién conducía un coche del parque móvil municipal —que él utiliza a diario— cuando lo multaron un sábado por la noche en Samil, volvía a demostrar que ha confundido el Concello con un cortijo. No se entiende de otro modo que pidiese cofinanciación para proyectos por valor de 42 millones de euros a un club de fútbol (que este accediera y hasta ingresara el dinero tiene delito también). Ni que al preguntarle por este tema —resulta que vivimos en un país donde se puede preguntar— no quisiese contestar y disparase a los periodistas, como si el problema no fuera su gestión sino hablar de ella.
Siguiendo con cortijos. Su «Te digo que no te contesto» me recordó mucho a aquellos de Isabel Pantoja a las puertas de Cantora: «No me vas a grabar más». Aquel día la folklórica llevaba a Julián Muñoz escondido en el maletero. ¿Qué hay en el maletero de Jácome?