Un grupo de amigos de Ourense decidió rendir tributo al hostelero que lleva cuidándoles desde que eran adolescentes
21 feb 2023 . Actualizado a las 20:17 h.Cada carnaval hay ciertos disfraces que se ponen de moda. Este año algunos de los más repetidos fueron los de Shakira, Piqué, Rosalía o Miércoles, debido al estreno de la particular visión de La familia Addams del cineasta Tim Burton. Pero la verdad es que en Ourense, como viene siendo habitual, primó la original y la ciudad se llenó de atuendos de lo más divertidos. Precisamente en los vinos, en el bar París de la calle Lepanto, fueron muchos los que se rieron a carcajadas con el disfraz de un grupo de amigos, a quienes se les ocurrió ir de Suso Doval, propietario del mítico local ourensano.
Cuando Silvia Feijoo, Daniel Díaz, Cris Sanjurjo, Silvia Fernández y Abraham Caride empezaron a pensar de qué disfrazarse este año, de pronto se les vino a la cabeza la idea de convertirse en Suso. «Quisimos rendir homenaje a nuestro padre adoptivo», explica divertido Abraham. Él es de Maceda; Dani de O Cumial; Cris de Vigo; Silvia Feijoo de Cádiz y Fernández de Bande. Hace muchos años que los que son de fuera terminaron en Ourense. Aquí se juntaron todos, se hicieron amigos en una pandilla mucho más grande y comparten buenos ratos en el París, de ahí que la idea les pareciese perfecta. La puesta en marcha no fue complicada. Se hicieron una sudadera igual que la que lleva Suso para trabajar, negra con el logo del bar y su año de apertura: 1981. Se compraron unas pelucas, se pintaron barba y a ponerle actitud, porque al protagonista de la historia lo conocen bien. «A este bar ya venían los hermanos mayores de nuestra pandilla y desde que tenemos uso de razón nocturno pues seguimos el ejemplo. Siempre nos han cuidado de maravilla», comenta Abraham. De hecho antes de Suso lo hacían sus padres, Pepe Doval y Ermitas Bouzas, ahora jubilados.
El dueño del París se quedó a cuadros este lunes de carnaval cuando los cinco amigos entraron por la puerta vestidos exactamente igual que él. Ni cortos ni perezosos se colaron en la barra y empezaron a imitarle, desde el cariño y la amistad que les une. «Me encantó, porque para mí no son clientes, son amigos. Me quedé alucinando porque me imitaban los gestos, la voz... todo. Fue increíble, pero tengo que decir que me moría de vergüenza», afirma el hostelero ourensano. Suso no dudó en pedirles una foto. El grupo terminó sacándosela también con Ermitas, que estaba en el bar disfrutando del entroido. «La llamaban mamá y a mi mujer, que también estaba, le decían que nada de esperarnos despierta», añade, entre risas. Así fue la noche de los Susos. «La verdad es que los clientes se rieron un montón y nos reconoció más gente de la que esperábamos», termina Abraham.