Xosé Mosquera es un hombre sincero y en declaraciones a La Voz de Galicia reconoció lo que muchos otros políticos admiten solo cuando la grabadora está apagada. Tras dejar Compromiso por Galicia, Mosquera se embarcó en la enésima aventura de su amplísima trayectoria política en el galeguismo. Fundó el Partido Galego y anunció que con él se presentaría de nuevo a las elecciones del próximo mes de mayo. Sin embargo, muchas de las personas a las que propuso ir en la lista le dieron calabazas y, finalmente, decidió no presentarse. «É difícil convencer á xente», resumía.
Ese es, precisamente, uno de los motivos por los que, cuando llega el momento de publicar las listas electorales, en algunas de ellas aparecen nombres desubicados. Los partidos que están en la oposición (o peor aún, que ni siquiera tienen representación) no lo tienen fácil para reclutar a las personas necesarias para conformar una candidatura. El PSOE, por ejemplo, ha tirado de militantes de la capital para completar listas a lo largo y ancho de la provincia.
Son tiempos de mudanzas, pero hay casos especialmente llamativos, en los que el objetivo real no es echar una mano al partido yendo de relleno allí donde es necesario, sino asegurarse un puesto en la Diputación. Esto lo han hecho tanto el PSOE, con Rafael Rodríguez Villarino en San Cibrao, como el PP, con Montse Lama en Vilar de Barrio. Es lícito, solo faltaba, pero cuestionable políticamente. En cualquier caso, el tiempo dirá si la apuesta les sale bien, a ellos volviendo al Pazo Provincial y a sus partidos, gobernando en esos concellos.