El adiós de Baltar pone fin a tres décadas de la saga familiar en Ourense

Miguel Ascón Belver
Miguel Ascón OURENSE / LA VOZ

OURENSE

El padre gobernó 22 años y el hijo se despide de la Diputación tras otros 11 años en el cargo

14 jun 2023 . Actualizado a las 22:13 h.

La renuncia de José Manuel Baltar Blanco (Ourense, 1967) como presidente de la Diputación pone fin a más de tres décadas de lo que se ha venido a llamar baltarismo. El todavía presidente en funciones de la institución provincial asumió el cargo en el año 2012 en sustitución de su padre, José Luis Baltar Pumar, que ocupaba esa responsabilidad desde el año 1990.

Para explicar a Baltar hijo hay que empezar por el patriarca de la saga familiar. Se hizo con la presidencia en sustitución de Victorino Núñez y promovió la integración de Centristas de Galicia en el PP. A partir de ese momento, y gracias a sus amplísimas victorias electorales, adquirió un papel fundamental en el partido que entonces lideraba Manuel Fraga, hasta el punto de que llegó a poner en peligro su mayoría absoluta con la conocida como «rebelión del pisito», cuando varios diputados ourensanos, entre ellos un joven José Manuel Baltar, amenazaron con la ruptura del grupo parlamentario popular. Baltar Pumar, que se definía a sí mismo como un «cacique bo», se retiró en el 2012, dos años antes de ser condenado por 104 contrataciones irregulares de trabajadores, muchos de ellos vinculados al partido y en fechas previas al congreso provincial de su relevo.

Baltar Blanco, el hijo mayor, es licenciado en Derecho y cuenta con varios másteres y cursos superiores. Obtuvo una plaza como funcionario de la Xunta y comenzó su carrera política como delegado provincial de la Consellería de Agricultura en el gobierno de Manuel Fraga. Más tarde, a partir del año 2001, se convirtió en diputado autonómico y en el Parlamento llegó a ser vicepresidente primero.

Ya ocupaba esa responsabilidad cuando en el año 2010 se activó el relevo de su padre. Primero José Luis Baltar renunció a seguir como presidente provincial del Partido Popular. Su influencia interna fue fundamental para conseguir que José Manuel ganase un congreso en el que competía con Juan Manuel Jiménez Morán, que entonces era alcalde de Verín y que contaba con el apoyo de la dirección del PPdeG de Alberto Núñez Feijoo. Aquella batalla interna la perdió el hoy líder del PP nacional; de hecho, fue la única vez que le doblaron el pulso a Feijoo en sus años en Galicia.

Ganada la pugna, en el año 2012 se produjo el relevo en la Diputación ourensana. La operación estaba preparada desde que José Manuel Baltar había sido incluido como suplente en la designación de los diputados provinciales del 2011. Así pues, tras las renuncias de quienes lo precedían, el 6 de febrero del 2012 tomó posesión como diputado y como presidente de la institución. Tenía mayoría absoluta y la reeditó en las elecciones del 2015, pero en las del 2019 la perdió por primera vez y, para seguir en el cargo, llegó a un acuerdo con Gonzalo Pérez Jácome para entregarle la alcaldía a cambio de la Diputación.

Aunque ese pacto se rompió en el año 2020, Baltar se garantizó la estabilidad del mandato gracias al apoyo de la exportavoz de Ciudadanos, Montse Lama, que acabó firmando su regreso al PP. Además, aunque Jácome desató las hostilidades contra todos los miembros del Partido Popular, solo salvó a uno, al propio Baltar, a quien en el pasado había definido como un «psicópata de corbata». Como ambos confesaron, se entendían bien e incluso intercambiaban memes por wasap. Ni Jácome ni su número dos asistieron al reciente pleno en el que PSOE y BNG pedían la dimisión de Baltar por sus últimas polémicas en el cargo.

Saneó las cuentas

Volviendo a sus inicios, cuando llegó al cargo, José Manuel Baltar heredó una Diputación con una deuda superior al 100 % de sus presupuestos (maneja cerca de 100 millones de euros al año) y una de sus medidas iniciales fue aplicar el primer ERE de una Administración pública en Galicia. Aunque la oposición le achaca que todos los presupuestos aprobados bajo su mandato acababan en siete (su número preferido), las cuentas de la institución se aprueban siempre en septiembre —antes que ninguna otra Administración— y hace tiempo que pueden presumir de «deuda cero».

Además, Baltar hizo un especial esfuerzo por modernizar la imagen de la entidad. Su padre ni siquiera tenía un ordenador en el despacho del Pazo Provincial, que el hijo renovó por completo. Ha impulsado eventos culturales como la ICC Week o el patrocinio de diversas películas para que se rueden en la provincia. A ello hay que añadir un cambio en el modelo de gestión. Con José Luis Baltar todo, hasta el mínimo papel, tenía que pasar por sus manos, y ahora había un gobierno colegiado, en el que cada diputado tenía responsabilidades en diversas áreas. Además, quiso dar una dimensión internacional a su gestión y es presidente de Partenalia, una asociación de gobiernos intermedios de la UE, y de la EHTTA, una entidad que agrupa a las ciudades termales europeas. Viaja con frecuencia a Bruselas y, precisamente, se especula con la posibilidad de que se integre en las listas del PP para las próximas elecciones europeas, previstas para el año que viene.

Durante su mandato también se profesionalizó la actividad de todos los grupos políticos, dotándolos de más sueldos por dedicación exclusiva y de más asesores, hasta alcanzar el límite legalmente establecido. Pero todos esos cambios fueron cosméticos, a juicio de la oposición, algo así como un «caciquismo 2.0». El reparto a dedo de fondos para beneficiar a los ayuntamientos del PP —algo que también reprochaban a su padre— ha sido objeto de críticas y el sistema de distribución de subvenciones fue censurado incluso en un informe del Consello de Contas. Ahora mismo, la Diputación ourensana es la única de Galicia que no dispone de un plan único para el reparto de esos fondos en base a criterios objetivos. También ha sido motivo de reproches la contratación de obras preferentemente con cinco constructoras, aunque ninguna denuncia llegó a tener recorrido judicial.

De todas esas polémicas logró sobreponerse sin mayor problema, incluso cuando una mujer lo acusó de ofrecerle trabajo en la Diputación a cambio de mantener relaciones sexuales. La última crisis que ha rodeado a José Manuel Baltar tiene que ver con el uso de los coches oficiales que tiene a su disposición en la Diputación. Primero se conoció una multa por ir conduciendo a 215 kilómetros por hora en Zamora y el presidente, que está pendiente de un juicio por un delito contra la seguridad vial, dijo que se había tratado de un «despiste». Sin embargo, después se publicaron otras sanciones de ese vehículo, una de ellas ese mismo día en otro punto de la A-52.

Proyectos pendientes

En ese contexto, llegaron las elecciones municipales del 28M. José Manuel Baltar presumía de que el PP era el único partido con candidato definido para presidir la Diputación —él mismo— y con un programa electoral también a nivel provincial. En cada convocatoria les pone un nombre a su «plan de mandato», como él lo define, y en esta ocasión fue el de «Ourense 2127», por los metros que tiene Pena Trevinca, el punto más alto de la provincia. La medida estrella que tenía planificada es la conversión del Pazo Provincial —la sede central de la institución, en pleno centro de la ciudad— en un hotel balneario de lujo. Esta por ver si ese proyecto acaba haciéndose realidad, pero ya no será con el apellido Baltar en la presidencia. Terminan así más de tres décadas de baltarismo en Ourense.